Steve le abrazó de vuelta. No insistiría con querer saber que pasaba, no presionaría, al menos, en ese momento, puesto que ahora parecía que su ánimo había mejorado.

—Steve—Tony levantó la vista y sonrió—, todo está bien, en serio.

El rubio iba a contestar, pero su respuesta se ahogó en la boca de Tony. Y como era de esperar, no tenía objeción contra esa manera de disuadirlo. Le acunó el rostro con ambas manos y profundizó aquel beso un poco más. Tony sonrió contra los labios contrarios y deslizó sus manos bajo la playera de Steve. Sintió contra la yema de sus dedos la suavidad de su piel contrastando con la dureza de sus músculos, y de alguna rugosidad, producto de alguna cicatriz ganada en misiones del pasado. Le gustaba tocarlo, era tibio y tenía cosquillas en la espalda. Saberlo le indicaba el grado de intimidad que habían tenido, un breve, pero muy sustancioso tiempo juntos. Ahora, si quería, podía recordar cada vértice y línea de ese cuerpo. Sus dedos bajaron por la espalda, hasta la cadera y se cerraron después, hacia enfrente, en busca de la hebilla del cinturón.

Steve dio un respingo cuando sintió el forcejeo de Tony con la hebilla. Rió aún con los labios prendados en los labios ajenos.

—¿Qué haces?—le preguntó en un murmuro.

—¿No crees que es emocionante hacerlo en el trabajo?—le dijo Tony mordiéndose el labio inferior, y sonriendo pícaramente cuando se separaron un poco y se puso de pie.

Steve rió para admitir que Tony tenía razón, le tomó de la cintura, acercándole un poco más.

—¿Y si llega, Pepper?

Tony se encogió de hombros y por fin, logró zafar la hebilla. Levantó la vista hacia Steve justo cuando se deshacía del botón del pantalón.

—¿Es en serio? —preguntó Steve un tanto escéptico.

Tony volvió a mirarle de esa manera pícara y su respuesta fue dicha en el momento en el que metió la mano dentro de la pretina del pantalón. Claro que era en serio, más que eso, ardía en deseo por ello. Estar con él, así, había dejado de ser un problema. Como cuando se quitan candados y se abren secretos, la verdad era que cualquier temor que hubiera tenido antes, había desaparecido. Le besó mientras su mano trasgredía el resorte del bóxer. Cubrió el miembro de Steve y le sintió caliente contra su piel, poco a poco endureciéndose entre sus dedos. La sensación y el beso que le devoraba la boca, provocaron su propia excitación, la suave punzada entre sus piernas, ese calorcillo que le provocaba escalofríos.

—Pero será mejor darnos prisa, o llegaremos tarde— dijo al abandonar el beso y morderle el labio inferior. Mientras su mano liberaba del pantalón el objeto de sus ansias.

Steve sonrió, le obligó a girar, darle la espalda, le apartó el cabello para descubrir su cuello y le besó ahí, suavemente primero, pero después, dejó cerca de la nuca una marca rojiza. Tony rió y estremeció. Y luego, cerró los ojos, sintiendo las escurridizas manos de Steve debajo de su playera, a sus dedos jugueteando con los senos y pellizcando los pezones. Tony dobló su brazo, alcanzó a entreverar sus dedos en el cabello de Steve, y acercar de nuevo a su cuello sus besos y aliento.

Luego, una de las manos que acunaban sus senos se deslizó al interior de su pantalón. Y él separó un poco los muslos para dejar a sus dedos penetrar entre sus pliegues, y presionar dentro, haciéndole estremecer de pies a cabeza. Gimió suave, derritiéndose lentamente.

—Nos damos prisa, entonces—dijo Steve a su oído, lamiéndole la oreja. Tony asintió, ansioso.

Sintió como su propio pantalón caía por sus piernas, seguido de la ropa interior. Apoyó las manos en la mesa y arqueó la espalda, levantando la cadera. Sintió las grandes manos de Steve rodearle las nalgas con las manos, apresarlas con sus dedos y después, separarlas, haciéndole, por reflejo, abrir su compás. Luego, le sintió. Sintió su glande húmedo presionando, frotándose contra el clítoris. Tony apretó los papeles que estaban debajo de sus dedos, jadeó. Se sabía húmedo, podía escuchar el ligero chapoteo. Lo quería ya, con una urgencia que nunca había sentido, así que movió la cadera en dirección a Steve, en una silenciosa petición. Y éste entendió, se apartó un poco, lo suficiente para colocarse y penetrarle lentamente.

El inesperado despertar a tu ladoWhere stories live. Discover now