Una mentira

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—Lucy ¿Eres realmente tú? —cuestinó dudosa.

Su expresión era confusa y su tono tembloroso. La Erza frente a mi, no formaba parte de mis memorias. En ellas representa valor y firmeza, siempre segura de si misma.

—Supongo que preguntas por Lucy Hearthfilia, lastimosamente no soy ella, aunque la conocí alguna vez —comunique con pocos deseos de hablar—.

—¿Sabes en donde está ella? —preguntó un poco desesperada.

Incluso si venia hacia mi, nunca volvería a ver la imagen que tenia de mi en el pasado.

Escuché un chasquido de lengua proveniente de Yumi. Incluso si llevaba ropa adorable, su semblante era intimidante. Di un vistazo rapido al resto del gremio presente y descubrí que no era la única con esa expresión.

—Murio hace nueve meses —anuncié fríamente—.

Noté la conmoción en sus rostros. La única calmada era mi única amiga de Fairy Tail, Levy.

—No puede ser —susurró afligida—... ¡Eso es imposible! —Expresó golpeando el muro bajo los asientos.

Conociendo a la antigua Erza, supe que intentaba contenerse, si no, el muro no estaría solo rajado.

—Lo siento... yo... muchas gracias...

—Lulú Celest —Completé su oración—, para ustedes.

Sus ojos irradiaban confusión tras mis últimas palabras.

—Me contó que por culpa de ustedes ella dejó el gremio.

Señalé a quienes una vez consideré mi familia. Tener sus rostros frente a mi, me irritaba.

—Incluso si estaba triste y desgarrada por el dolor, nunca los culpó, pero conmigo no será tan fácil escapar de la venganza —amenacé con furia en mi voz—.

Fue difícil no pensar en todo el tiempo que tarde tratando de superar esos dolorosos recuerdos. Tantas noches en vela, las lagrimas y los sollozos; aquellas pesadillas que me atormentaban y el haberme llegado a culpar por lo sucedido, pero no era yo la culpable.

—No merecen ningún perdón ni compasión —admití de forma burlona—. ¿Acaso ustedes le dieron el beneficio de la duda?

No podia controlarme. Cada vez más salían palabras hirientes de mis labios.

No... en realidad no quería controlarme.

Incluso si mi voz temblaba y mi dedo señalaba, me sentía ligera, sin importar las lagrimas en los ojos de Wendy o las expresiones amarga de quien consideraba un hermano.

— Ustedes la mataron —escupí con cólera—.

Frente a mis ojos vi un ligero resplandor familiar.

De todos los momentos posible ¿Por qué aparecía ahora?

—¡Ya basta!

Como si lo estuviese necesitando, mi cuerpo se paró en freno y las palabras dejaron de fluir.

—Deja de torturarlos, Lucy —imploró conn destellos de tristeza—. Aún siguen siendo mi familia—.

—Como se sientan me trae sin cuidado. Esa Lucy murio y no volverán a verla nunca más —alegué de forma altanera—.

Tras un suspiro retiré la capucha de mi cabeza.

No vacile y mi ceño fruncido no cambio ni un poco.

Un  nuevo comienzo -Stinglu-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora