Una visita inesperada

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Escuche el chirrido de las enormes puertas del gremio abriéndose dejando ver una silueta familiar... Mis ojos no podían creer lo que veían mis ojos, su marcada figura, su alborotado cabello rubio y la cicatriz en su parpado. Era Sting de Saberthoth. La tensión se hizo más fuerte y las miradas se cargaban de enojo, incluso algunos se preparaban para una posible batalla.

—Lucy... ¿Puedo hablar contigo? —consultó desviando su mirada. Podía notar claramente su vergüenza a pesar de mantenerse firme.

Afirmé con la cabeza a pesar de las miradas incrédulas reaccionando a mi decisión. Con mi látigo en mano deshice el nudo que suspendía a Natsu y a Gray de una cuerda, cayeron de cabeza y casi se podía escuchar el crujir de su cuello, no pude aguantar la risa que se escapaba de mi labio. Mientras nos dirigíamos a un lugar tranquilo para platicar, reinó el silencio. Guie nuestro camino hasta llegar a un hermoso lago, caminé hasta la orilla para sentarme y soltar la pregunta.

—Sobre que querías hablar —interrogué seriamente mirando el reflejo del sol en el agua, de reojo vi cómo se sentó alado mío.

—Quería... pedirte perdón en nombre de todo el gremio, tú fuiste a la que más daño causamos —Se expuso con un tono tembloroso de voz.

—¿Sabes por qué accedí a venir contigo? —cuestioné desviando la mirada hacía él, un simple gesto me demostró que su respuesta era negativa—. Estabas nervioso, algo en tu mirada me dijo que no me haría daño —confesé—. Además, no te preocupes, mírame estoy bien...

—Aun así lo lamento mucho.

—Creo que tienes un exeeds ¿verdad? —pregunté para desviar el tema.

—-Si —contestó con pesar—... Te quería hablar de él... Está gravemente herido y los médicos no pueden hacer nada —Admitió entre lágrimas, lo abrase dándole unas suaves palmadas en la espalda.

—Todo estará muy bien —canté entre susurros— No pienses en nada ok... Tu estas para mí... Como yo para ti —alargué la última frase de la canción, al parecer logró calmarse un poco.

Pasamos así un buen momento hasta que decidí que, ese mismo día iría a Saberthooth, ya que, Minerva había sido expulsada y Rufus era el nuevo maestro. Anuncié mi corta partid en el gremio, como era de esperar los comentarios negativos no se pudieron ocultar, pero fue Natsu quien se volvió más histérico. Independientemente de todo fui a hacer mis maletas para tomar el tren con Sting, quien se a penas este empezó a moverse se mareo. No pude evitar reírme un poco por su expresión, a la vez me preocupó un poco, por lo que recosté su cabeza reposara en mis piernas hasta que se durmió. Ese momento me dio la oportunidad de observar mejor a Sting, su cabello, su rostro, su nariz y sus labios... eran tan delgados y finos daban ganas de... — ¡Idiota! Se supone que te gusta Natsu pero ¿En qué piensas tonta?—, Saque esos pensamientos de mi cabeza hasta llegar a nuestro destino.

Una vez dentro del gremio mis nervios aumentaron. Las miradas curiosas y acusadoras se clavaban en mi espalda sin piedad, estaba nerviosa y eso solo aumentaba más las ganas de salir corriendo.

—Vamos a la enfermería —propuso Sting—.

Lo seguí hasta la enfermería, una vez dentro llamé a Momo para que empezara a curar a Lector. Extrañamente demoro más de lo usual y termino agotada.

—Despertara en una semana aproximadamente —informó antes de regresar—.

—Bueno —Me levanté de mi asiento—, yo buscare donde quedarme esta noche y volveré mañana a casa —anuncié para luego salir de la enfermería—.

—¿Por qué no te quedas hasta que despierte? ... Si eso quieres, claro.

—Yo —Dudé un poco—... Creo que aprovechare para descansar estos días —respondí con una sonrisa—.

—Te puedes quedar conmigo —propuso. Como si se hubiese dado cuenta del peso en sus palabras, se sonrojó—.

—Claro —tartamudeé—, si no te molesta.

***

Ya era tarde, pero la duda comía nuestras cabezas y la tensión se sentía en el ambiente, casi podías llegar a cortarla con unas tijeras. Miré a Sting desafiante y él me devolvió una mirada retadora. Una guerra podía desatarse en cualquier momento.

—Dormirás en la cama y yo en el sofá —ordenó Sting con firmeza.

—¡Y yo te dije que soy la huésped! Yo —recalqué—, dormiré en el sofá.

A pesar de nuestra constante discusión para decidir quién dormiría en la cama, no llegamos a ningún punto claro. Exhausta dejé caer mi cuerpo en el sofá y una idea llegó a mi cabeza. Desvié mi mirada en su dirección antes de hablar.

—Y —dudé—... ¿Si compartimos cama? —pregunté. Al ver que sus mejillas se tiñeron por el rubor, no pude evitar hacerlo también—... No me refiero a eso, tú en tu lado y yo en el mío, pervertido –mascucllé.

Un  nuevo comienzo -Stinglu-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora