Epílogo

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Los días habían volado, las semanas se convirtieron en un suspiro y los meses fueron quedando cada vez más en el pasado... hasta que por fin habían llegado al día más esperado por todos los estudiantes de preparatoria: La graduación.

El último curso había sido para Stiles una consecución de días que, unos mejores y otros peores, quedarían grabados en su memoria por siempre. Había sobrevivido a los exámenes que, gracias a la colaboración de su tutor particular y novio, había aprobado con muy buenas notas; también había descubierto que el deporte y él hacían muy buena combinación, habiendo ganado el torneo del estado junto con sus compañeros de Lacrosse; descubrió las lindeces y también los horrores de tener un novio como Derek; la manada se había unido más que nunca, superando obstáculos y dificultades varias...

Stiles se miraba en el espejo del cuarto de baño. Llevaba su túnica roja y el birrete en la mano. Se lo puso, se lo acomodó... pero terminó quitándoselo con un chasqueo de lengua y el ceño fruncido. Bufó desesperado y se lo volvió a poner, se acomodó la túnica y dibujó una sonrisa en su rostro, sonrisa que se desvaneció al instante, para quitarse el estúpido birrete que le hacía parecer un payaso y lanzarlo contra la puerta del servicio. Gruñó de mal humor y se sentó en el borde de la bañera.

¡Él no quería que ese año llegara a su fin! La simple idea de que este día hubiera llegado al fin, hacía que se le revolvieran las tripas de pura angustia. Se levantó y recogió el birrete del suelo, sosteniéndolo en sus manos y viendo cómo una gota salada caía desde su rostro a la tela carmesí. Suspiró frustrado y se secó las lágrimas. La llegada de este día sólo significaba una cosa: el fin del mejor año que había pasado jamás en Beacon Hills... y que jamás podría volver a repetirse.

-Todos se van... -murmuró en alto mirando al techo. -Y yo me quedaré aquí.

Y es que Stiles había tomado la decisión de no echar ninguna solicitud a ninguna de las universidades de ensueño en las que habría fantaseado con entrar. Los problemas económicos asediaban a su familia y el sueldo de su padre no sería suficiente para saldar deudas, cubrir gastos... y encima poder pagar una matrícula de universidad, la estancia, la comida... En ningún momento mencionó a su padre el querer hacer una carrera para evitar ver la mirada de culpabilidad por no poder enviarle fuera... él sólo se lo había cocinado, guisado... y solo él se lo comería. Así que él se quedaría en Beacon Hills, buscaría un trabajo para ayudar a su padre a pagar las deudas (muchas de ellas invertidas en él).

Y no era un mal plan... del todo. A pesar de que sus amigos se fueran a la universidad, volverían a visitar a la familia en vacaciones y puentes de fin de semana. También estaría con su padre y, por el momento, con Derek.

Stiles era realista y sabía que Derek no se quedaría demasiado por el pueblo. Tenía muy buenas cualidades para ser policía... y de los buenos. Y en Beacon Hills no había casos de su altura. Stiles también sabía que se convocarían destinos en unos meses y aunque Derek le decía que había pedido Beacon Hills como primera opción... él mismo había entrado en la red de la policía y había cambiado su solicitud para poner el destino que el lobo realmente quería.

Sí, Stiles se había auto-condenado a la soledad en Beacon Hills. Pero jamás hubiera pensado que el tiempo pasaría tan pronto...

-¡Stiles! -llamó su padre desde el piso de abajo. -¡Llegarás tarde!

Tras un último vistazo en el espejo, puso la sonrisa que había ensayado durante las últimas semanas y bajó las escaleras, dando saltitos para no alertar a su padre, que le lanzó las llaves del jeep.

-Venga, Stiles... -sonrió su padre. -Estoy muy orgulloso. -dijo abrazando a su hijo antes de colocarle bien el birrete. -Nos vemos en la ceremonia.

Yaguareté·Abà IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora