🌟|•Capítulo 60•|🌟

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Es difícil comprender la vida; pero eso para nadie es un misterio

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Es difícil comprender la vida; pero eso para nadie es un misterio.

Un día detestas a una persona, no quieres verla..., ni tenerla cerca..., ni escucharla..., porque sientes que agota tu paz mental, te desespera..., te hace sentir impotente..., irritado..., con ganas de hacerle desaparecer..., y de pronto, de la nada, te despiertas una mañana con una nueva perspectiva, y sientes que, por un efímero segundo, forma parte de ti, de tu esencia, y es un sentimiento tan ilógico y agudo que termina calando hasta lo más profundo de tus huesos. Es algo que no puede ser explicado con simples palabras..., porque les quedan llanas, pero sigue siendo terrible, porque ni siquiera puedes concebir la angustiante idea de perderle..., y cuando estás a punto de hacerlo, te duele tanto que sientes que ya no puedes vivir.

Algo así sentía..., las dimensiones de un alma rota.

Nuevamente, las palabras de Alexander volvían a mi cabeza: «Tú alma no está lo suficientemente rota».

Siempre ocurría algo espantoso que me hacía darme cuenta de que él tenía razón, de que nunca estuvo equivocado y de que sus palabras, por algún motivo, siempre tenían un trasfondo. Me hizo pensar un poco al respecto..., acerca de las almas; un alma nunca termina de romperse, siempre queda espacio para un nuevo fragmento..., y a medida que pasa la vida te vas quedando sin esos trozos..., de a poquito..., sin enmienda..., sin poder recuperar los que ya has perdido.

Eso es —tal vez—, lo peor de la vida, estar obligado a existir con los defectos connaturales que poseemos y sin los irrecuperables segmentos que nos faltan en el alma.

—Me duele... —Lo escucho gimotear entre mis brazos, estremeciéndose contra mi piel. Cierro los ojos evitando mirarlo.

A lo lejos escucho el ensordecedor sonido de las sirenas de una ambulancia, estallando en la ciudad, mientras siento las palmas de mis manos humedecidas con su brebaje vital. Ni siquiera me atrevo a mirarlo; no puedo. Imaginar el color escarlata en la superficie de mis dedos es suficiente tortura como para también cargar con la realidad. No puedo ver sus dos estrellas apagarse. No me imagino sus ojos negros perdiendo la luz.

Sin embargo, desgraciadamente, eso es lo que está ocurriendo..., Josh se está yendo, se está alejando de la vida.

—Todo va a estar bien... —susurro.

—Bian, me duele mucho... —Intenta gesticular entre temblores, moviendo los labios de forma tensa y me veo obligada a enfocar sus ojos, tan oscuros como la noche y humedecidos como nubes de lluvia. Sus hermosos ojos negros.

«Josh es tantas cosas...», pienso.

—Tranquilo —Vuelvo a susurrar—. Te sacaremos de aquí.

«Este no puede ser su final...».

«Esta no puede ser la última vez que lo mire...».

Jazmín se encuentra a mi lado, queriendo interrumpir la hemorragia con la delgada tela de su blusa amarrilla, aprensándola contra su tórax entre lamentos, mientras las lágrimas descienden por la piel morena de sus mejillas, empapándole el mentón. Su mellizo solo nos mira a las dos con espanto, aferrándose a nosotras, como si no quisiera dejar ir la vida, como si se asiera a una última posibilidad que encuentra en las dos. Sus ojos negros se encuentran llenos de temor..., vidriosos..., enrojecidos, al fin y al cabo, él solo es un niño con una herida abierta en el pecho.

Los ojos también mienten © #1 [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora