🌟|•Capítulo 28•|🌟

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Luego de aquella conversación entramos a una de las tiendas de regalos que hay a orillas de calle de Venice

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Luego de aquella conversación entramos a una de las tiendas de regalos que hay a orillas de calle de Venice. Axel compró un traje de baño de princesas para Annie, alegando que yo había pagado por la comida, y unos embaces de plástico para hacer castillos de arena para Jayden.

Yo había decidido que no quería entrar al agua y él, en su malhumor, había hecho lo mismo. Así que ahí estábamos, juntos, sentados en una de las tumbonas de madera bajo una sombrilla multicolor.

Axel tiene los ojos cerrados, cubiertos por las gafas oscuras y se quitó la camiseta negra dejando al descubierto su abdomen perfectamente marcado. Por largo rato y en contra de mi voluntad trato de no mirarlo fijamente, mientras enfoco mi atención en los dos niños que juegan en la orilla de la playa.

Mis pies se encuentran sucios de arena dorada...., pero, extrañamente, no me molesta sentirla. Disfruto del viento frío de la playa y también de las risas de Annie y Jayden desde la orilla, corriendo frente al mar.

Todo va demasiado bien, tanto que parece irreal... El sol cálido, la brisa oceánica, el olor a mar y pescado frito. Todo es candente.

D e repente mi celular comienza a sonar dentro de mi mochila y, por un instante creo que es mi insoportable madre, enterándose de mi suspensión, pero para mi sorpresa y agrado se trata de Priscilla.

Al instante le respondo.

—¿Sí?

—¿Dónde estás? —cuestiona con su voz suave y casi puedo visualizar su rostro aniñado confundido.

Miro el inmenso cielo azul y después al chico a mi lado.

Tal vez no deba decirle.

—Eh... ¿Por qué? ¿Pasa algo? —intento desviar su pregunta.

—Pasa que me dejaste sola con Joeannie y con Emily... ¿Te parece poco? —me reclama al tiempo que me siento, recordando que debía reunirme con ellas a las una..., y ya pasan de las cuatro.

—Lo siento —murmuro, mordiendo el interior de mi mejilla, con los ojos puestos en Axel mientras hablo.

—No, eso no es suficiente... ¡Tuve que escucharlas por tres horas! Es un tiempo que ya nunca recuperaré.

Sonrío.

—¡Lo siento! —repito—. Me suspendieron hasta el lunes, por eso no estuve ahí.

—Sí, Felipe me lo dijo... Pero también me dijo que vendrías para que nos reuniéramos en casa de la loca esta —refuta—. Así que no entiendo.

Suspiro.

—Me surgió algo... —murmuro mordiendo mi labio—, pero te recompensaré.

Ella suelta un bufido.

—Claro que lo harás —contesta con severidad—. Decidieron que nos toca hacer la maqueta, pero como quiera debemos reunirnos con ellas.

Resoplo.

Los ojos también mienten © #1 [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora