Capítulo: 20

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Así que lo ahogué, como siempre lo hago,
Bailando por nuestra casa, con tu fantasma,
(...) Éramos tan jóvenes, tan tontos,
Para saber cosas como el amor,
Pero ahora lo sé mejor.

<< 5 Seconds of Summer, "Ghost of you">>

Eliane.

Después de la espera, llega ese momento en que tu esperanza se despega, con algo que a muchos les parece insignificante, otros una tragedia y a ti eso.

Esperanza.

Por qué eso es lo que logra que las personas perdidas quieran volver a encontrar su camino. Es lo único que consigue que no te rindas cuando lo das todo por perdido. Y por ello es peligrosa. Por esa razón debe ser racionada y utilizada con discreción, por que cuando hace falta te destruye.

Así que cuándo recibí aquella llamada y Adrien me miraba desde el comedor, me aferré al teléfono fijo y a su cordón. Me quedé sin habla. Sentí como si todo lo que había estado pasando no fuera real. Un día, Adrien me dió una de las peores noticias y al siguiente teníamos la solución. Para mí parecía de esta forma.

Para mí el tiempo no había pasado.

No en aquel instante.

Intentaba comprender las palabras que me decía la enfermera pero no lo conseguía. De nuevo aquel sentimiento tan abrumador que te hace querer llorar y obligarte a reaccionar. Pero no pasa. Tú estas demasiado concentrado en que por fin tienes la solución por la que tanto habías rezado y te olvidas de lo de más.

Y eso era lo que me estaba ocurriendo.

No existía mi alrededor.

Solo podía concentrarme en Adrien y en cómo su expresión se fue tornando desconcertada.

Entonces reaccioné.

—Si— dije apenas.

—Necesitamos que venga cuanto antes—

—Si— repetí —Gracias—

Ella dijo algo más, pero para mí fue inaudible.

Solo colgué el teléfono y permanecí ahí. Con mi mano sobre este y mirando a la pared.

—¿Ocurre algo?—me preguntó Adrien.

Estaba demasiado sentimental. A tal nivel que las lagrimas caían de mis ojos y mis manos temblaban. Ya fuese por la falta de sueño de los últimos días o por aquella noticia que acababa de recibir. Como fuera, no era importante.

—Hay un donador— dije con un hilo de voz.

—¿Qué?—

—Hay un donador— dije un poco más fuerte.

Adrien llevó sus manos a su boca y abrió demasiado los ojos. Después corrió a mí y me abrazó. Demasiado fuerte. Y mi mente solo lo asocio con una despedida. Como cuando sabes que no volverás a ver a alguien. Tuve que agitar mi cabeza para ahuyentar el pensamiento.

—Tenemos que ir cuanto antes— le dije al separarnos.

—Bien— asintió.

Apenas asimilaba la noticia. Ambos lo hacíamos.

—Iré por la maleta y tu toma marca a tus padres para que se hagan cargo de Edrian y las niñas— el asintió.

¿Qué nunca le dije a Adrien aquel día?

Que estaba aterrada.

Mi mente trabajaba como nunca antes lo había hecho; demasiado rápida y aterradora. Creando mil y un propuestas de futuros en los cuales no quería ni pensar. Y si no era compatible, y si llegábamos tarde, y si simplemente no despertaba de la operación, y si...

El perdió másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora