Capítulo: 18

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Sabiendo que mentías,
Mientras estabas acostado a mi lado,
¿Cómo hemos llegado tan lejos?
Debí haberlo sabido para ahora,
Debimos haberlo sabido para ahora,
Alguien tiene que ceder,
Alguien tiene que romper.

<<Camila Cabello, "Something's gotta give">>

Adrien.

Me gustaba observar a mis hijos dormir.

Me transmitía una paz que nadie más era capaz de traerme.

Sabía que ellos contaban conmigo y me sentía obligado a no decepcionarlos. Todos los días sentía que An y yo íbamos formando un mejor equipo. Nos habíamos propuesto a no volver a pelear, a pesar de que en días yo no era la mejor compañía.

Pero ahí estábamos los dos. Intentando. Cada uno a su manera.

Creía que nada malo podría pasar. Que solo nos quedaba crecer y madurar, por qué claro que a An y a mí nos hacía falta. Y vaya que lo hacía. Claro que hasta que fui al médico aquel día. Recuerdo que estando en la sala de espera mis manos sudaban y las restregaba un poco contra mi pantalón e intentaba convencerme que aquello era solo un chequeo de rutina. Que todo seguiría normal.

Pero el doctor nunca me había pedido que me quedará a hacerme unos estudios para corroborar algo. En ninguna de las visitas, era la primera vez. Y aquello me tenía con los nervios de punta. Quería salir corriendo de ahí por qué a pesar de lo mucho que intentaba convencerme de lo contrario, por mi experiencia sabía que aquello no podía significar algo bueno.

Sabía que no era algo de lo que tuviera el control. Y por supuesto que me aterraba.

Me imaginaba que me daría una noticia como lo hacen en las películas, que me diría que mis días estaban contados y que lo mejor sería que empezara a dejar mis cosas en orden. Pensaba que el hacer un testamento sería una tremenda pérdida de tiempo ya que no tenía nada. Y lo que más me aterraba era el dejar a An con tres niños y sola.

Odiaba la idea de no poder ver a mis hijos crecer.

Me preguntaba el que pasaría si moría.

Esto me atormento un rato, hasta que una de las recepcionistas se acercó a mí y me pidió que fuera al consultorio donde el doctor que solía atenderme se encontraba. Asumo que mi rostro dejaba ver lo asustado que estaba, ya que apenas me senté frente a él soltó un gran suspiro y dijo:

—No morirás Adrien—

Asentí sin saber muy bien el por qué y él ordenó unos cuantos papeles que tenía en sus manos. Con unos cuantos golpecitos los ordenó de tal manera que quedaron todos perfectamente alineados.

—Necesitas un transplante de corazón— y supe que aquello no estaba tan alejado de lo que creía que diría. —No urgente, pero creo que de todas las opciones es la más indicada—

—¿Hay otras opciones?—

—Adrien, el tratamiento está perdiendo eficiencia— señaló, —Creo que es cuestión de días para que presentes una insuficiencia cardíaca grave. Y la otra opción sería el seguir con el tratamiento, pero claro que este dejará de funcionar por completo en cuestión de tiempo. Entonces el trasplante deberá hacerse de manera inmediata—

—¿De cuánto tiempo hablamos?—

—Pueden ser días o meses— hizo un ademán con sus manos —Pero no es lo más viable—

—Entonces...—

—Será mejor ingresar tu nombre a la lista de espera de donación de órganos— sentenció. —Cuanto antes—

El perdió másWhere stories live. Discover now