Capítulo #43: La última flor

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Cuando vio lo lleno que quedó el envase que la enfermera se estaba llevando, pensó que quizás no habría sido tan buena idea que tosiera todo aquello al aire libre, lejos de la atención médica inmediata. El esfuerzo le provocó un dolor de cabeza intenso y empeoró su voz. No habrían lidiado con eso en el parque. El ambiente romántico probablemente se habría perdido en la explicación de lo recién ocurrido porque, de alguna manera, Daichi no sabía de ese vaciado previo al veredicto final de las flores sobre la confesión recibida.

Suga volvió a tomar asiento en la silla de antes y, cuando por fin los dejaron solos, comenzó a acariciar sus nudillos con la punta de los dedos. Daichi no tardó en sonreír, mirar donde recibía el afecto y luego a sus ojos, sacándole una sonrisa que se ensanchó cuando giró la mano para atrapar la suya. No había orden alguno en ese agarre, tampoco quejas. Toda la expresión del moreno le decía cuánto estuvo esperando por esa clase de contacto. Podía derretirse de lo mucho que le encantaba esa mirada. ¿Cómo pudo contener tanto sentimiento?

Aún no tenían palabras; habían dejado que los gestos hablasen por ellos mientras tanto. Tenía muchas preguntas que dejaría para más tarde, sobre todo al oír que alguien abría la puerta y acababa con su privacidad. Le sorprendió que la primera persona en entrar a la habitación después del ataque de tos haya sido Asahi, pero tenía sentido al recordar la hora que era.

—Me alegra tanto verlos así por fin —comentó, muy sonriente.

—¿Por fin? —resaltó Suga sin soltar la mano de Daichi—. Asahi, ¿sabías algo?

—Ah. —Se rascó la nuca—. Sabía de los dos, pero controlaban lo que podía decirle al otro.

—¡Con razón siempre estabas tan seguro! —Alcanzó a darle un puño ligero en el brazo—. ¿A quién más le contaste, Daichi?

—De hecho, Asahi se dio cuenta solo.

—Ni tan solo —aclaró—. Sospechaba, Nishinoya terminó de convencerme de que Daichi sentía algo por ti.

—Se lo confirmé porque no me quedó de otra cuando me vio con la gardenia en el campamento.

—¡Desde la gardenia! —Alzó las cejas—. ¿Esa no fue una de las primeras?

—Sí. Asahi fue el primero del club en saber quién era. Además de él, Nishinoya y Kuroo lo intuyeron por su cuenta y Bokuto se enteró por asociación. Sin contar a nuestros padres, nadie más sabe que eras tú.

—Y yo nunca estuve seguro. —Suga quería caerse a golpes consigo mismo en su cabeza. Incluso alguien en Tokio estaba más claro que él, a menos de un kilómetro de su casa.

—No te culpes. —Los dedos de Daichi pasearon por su brazo con suavidad—. Es normal que hayas tenido dudas.

—Sí, no habría esperado que ser la tercera rueda me alegrase tanto —soltó al aire. Ambos rieron por lo bajo—. Pasaba ahora porque se me hizo bastante tarde, ya debo irme. Creo que me encontraré con una cena comprada por mi demora.

—¿Ya es de noche? —Sonó sorprendido—. ¿Cuánto les hice esperar?

—No iba a irme sin verlos así primero.

—Y yo no iba a irme sin confesar.

Daichi sacudió la cabeza lentamente con una sonrisa.

—Son los mejores. ¿Alguien más sabe que estoy aquí? ¿Les avisaron a los chicos? —Ambos lo negaron—. Bien, déjenlo así hasta mañana. Que no se preocupen.

—¿Piensas contarles después de saber qué pasará? —preguntó Suga.

—Y eso será cuando retomemos las actividades del club el lunes.

Cuando las flores hablen por élDonde viven las historias. Descúbrelo ahora