Capítulo #9: Pesares generales de tercer año

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Nadie se había tomado tan mal la noticia de su enfermedad como el entrenador Ukai, en el sentido de que pareció frustrarse bastante al respecto. Daichi fue a su tienda el fin de semana porque le pareció la única manera de que ningún conocido estuviera alrededor, y mientras pagaba un jugo que le provocó comprar para disimular el motivo de su visita, le contó la verdad. Después de una mirada prolongada tan al estilo «no me jodas», notó cómo se contuvo para ser una buena figura adulta. Muy en el fondo, sabía que el tono de voz que empleó delataba que sus pensamientos se acercaban más a «cuando creí que había suficientes problemas con algunos de los chicos...».

El lunes, Takeda lo citó durante uno de los recesos entre clases. No le sorprendió ni en lo más mínimo el sermón accidentalmente poético que le dio sobre las decisiones que tendría que tomar ahora y más adelante, cuando el hanahaki se fortaleciera. Le aconsejó lo mismo que la mayoría: enamorar a la otra persona, pues esa era la salida más segura y, si lo pensaban bien, el único buen final.

En el transcurso de la semana, el doctor tuvo la charla que había pedido con el entrenador. Daichi no se enteró de mucho, pero supuso que le informó de las medidas a tomar si comenzaba a toser durante el ejercicio y ese tipo de cosas. También aclaró el asunto del resto de las plantas: lo común era solo escupir flores en la fase inicial, por lo que el resto se secaba y se desintegraba, pudiendo permanecer como abono para las siguientes flores o desvanecerse por completo. Luego, en la segunda fase, todo crecería para quedarse.

Por lo tanto, ya para ese viernes había acabado con varias de las dudas que Suga había originado por pensar de más. Por ahora, era completamente imposible toser pétalos rezagados porque todos saldrían en un máximo de diez minutos, así que la teoría de no agitarse por una hora para evitar otro ataque estaba muy equivocada.

A pocas semanas del Intercolegial, Daichi estaba muy enfocado en el voleibol. Con menos tiempo para preocuparse por sus sentimientos, las pocas flores que escupía tenían significados más sencillos, ligados al sentido general del hanahaki: tulipanes amarillos por el amor sin esperanza, mimosas amarillas por nadie saber que lo quería —aún le parecía irónico cuando salían flores con traducciones así, ¿dónde quedaba la parte en la que Asahi se había enterado?— y crisantemos rojos por el simple querer. Aún contaba con la suerte de no toser en la escuela.

Había un peso importante sobre el cercano torneo: podría ser el último que jugara. No le gustaba pensar en eso, pero sabía que debía tener sus ideas claras después de la competencia. Por el bien de sus estudios y siguiente ingreso a la universidad, lo mejor sería retirarse del club; Daichi no estaba preparado para renunciar a él. No solo eso; para la época de las próximas preliminares, era probable que su salud estuviera mucho más deteriorada y quién sabía si sería apto para participar. Razones como estas lo determinaban a desempeñarse al máximo ahora.

Y no estaba solo en eso; podía notar que sus compañeros de tercero estaban en las mismas. También tenía que admitir que le entristecía el cambio de armador. Debía de ser frustrante ser reemplazado por un recién integrado al equipo en tu último año; la última oportunidad de estar juntos en la cancha casi arrebatada de sus manos. Tal vez esa modificación sería lo que les permitiera llegar lo suficientemente lejos para que todos jugaran; pero eso no borraba la decepción. Si tenía suerte, Suga duraría un set entero con los demás; Daichi daría todo de sí para que eso fuese posible.

De repente y de a ratos, el sueño de ir a las Nacionales parecía solo pertenecerles al mundo onírico y a sus deseos jamás cumplidos.

A dos semanas del primer partido, Daichi estaba seguro de que alcanzarían ganar dos juegos, como mínimo, a diferencia de las veloces derrotas de los años anteriores. A veces lo encontraban sonriendo solo mientras observaba a los chicos practicar desde la banca; incluso el saque flotante imperfecto de Yamaguchi era maravilloso, una novedad que nunca habría visto en sus primeros dos años en el club. Se preguntaba si alguien malinterpretaría su expresión y la asociaría con algún enamoramiento desconocido, entonces evitaba mirar a Suga en esos instantes para no darle más motivos a Nishinoya para sospechar de él.

Cuando las flores hablen por élWhere stories live. Discover now