Capítulo #24: No es una cita si es casualidad

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Los deportistas nunca tenían vacaciones verdaderas. A pesar de que la pausa de las actividades escolares siguiera en pie, con las primeras preliminares a menos de dos semanas, el club de voleibol no podía permitirse descansar. Perfeccionar las técnicas recién dominadas en Tokio era el objetivo a corto plazo más importante, y no iban a lograrlo si tenían el día entero libre. Al menos se salvaban de madrugar porque se ahorraban la práctica matutina, aunque eso se traducía en entrenamientos intensivos en las tardes.

Daichi comenzó a considerarse un joven bastante saludable —dentro de lo posible con su padecimiento mortal sin resolver— al ver que ni tanta agitación provocaba un ataque de tos tan fuerte que lo debilitase. Suga decía que debía de ser por su estabilidad emocional; después de todo, el hanahaki se alimentaba principalmente de lo que sintiera con mayor fuerza o en lo más profundo aun si no se percataba de ello. Si no les daba suficiente abono a las flores, nunca llegarían a crecer tanto como para dejarlo sin energía.

Como todos los años, su madre se unió a un grupo de amigas para ayudar en la elaboración de las decoraciones para el Tanabata, por lo que se iba y regresaba de una casa vacía casi todas las tardes. En los dos años anteriores había lidiado con eso invitando a Suga y quizás a Asahi también a hacer lo que se les ocurriera, pero no se sentía con la suficiente confianza para seguir esa costumbre esta vez; ¿qué pensaría su padre si se enteraba? Por suerte, su amigo solo tardó dos días en darse cuenta de que debía voltear la tradición por alguna razón desconocida para él.

Apartando ese último detalle, creía que su semana no tendría nada de especial o diferente. Sí era extraño que su madre se rehusara a contarle cuál de las siete decoraciones típicas estaba armando, mas supuso que quería mantener el factor sorpresa en esa ocasión. Tampoco era muy habitual salir de paseo con casi todo el club después de las prácticas, algo que estar exentos de cualquier otro tipo de obligaciones hacía posible; sin embargo, entraba en lo que podía esperar.

«Hey, Sawamura, ustedes son específicamente de Sendai, ¿no?», recibió de parte de Kuroo el jueves por la noche.

«Sí, ¿por?».

«Eso quiere decir que su festival de Tanabata es en unos días». La ausencia de interrogación en el texto desconcertó a Daichi. ¿Por qué deseaba saber eso? Solo le envió otra afirmación, esperando que entendiera que necesitaba el motivo que lo llevó a consultarlo. «¿Cuándo son los fuegos artificiales?».

«El cinco».

«Te sonará muy poco original, pero... ¿qué tal si invitas a tu chica a verlos contigo?».

«Tu chica». No se había tomado la molestia de aclarar que en realidad era un chico; se limitaba a siempre mantener un lenguaje neutral que no se viera forzado. Si les prestaban la suficiente atención a sus mensajes, podrían inferirlo por sí solos, aunque dudaba que sucediera muy pronto.

«No pienso darle un beso justo cuando termine el espectáculo, si a eso te refieres».

«Tú eres el desesperado por afecto que pensó eso, Sawamura».

«No nos engañas, Manga Shoujo-kun~», Bokuto apareció antes de que pudiera pensar en una respuesta. «Quieres volver realidad una de esas historias, eh!!».

«Manga Shoujo-kun??????». Oh, no. Kuroo solía escribir bastante bien, pero descuidaba la limpieza del texto y exageraba con los signos y las mayúsculas cuando empezaba a discutir, o eso era lo que había aprendido en los días que llevaba el grupo andando. «No le daría un consejo sacado de un manga a alguien en una situación tan delicada como la de Sawamura». A pesar de la falta de emoticones, Daichi pudo imaginarse la expresión indignada que debió tener al escribir eso.

Cuando las flores hablen por élDonde viven las historias. Descúbrelo ahora