Capitulo 40

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Alex ingresa al departamento de la rizada arrastrando los pies, se siente realmente agotado luego de estar todo el día en la empresa. Comienza a pensar que ya está demasiado cansado como para regresar a su apartamento conduciendo, pero sabe que sería una locura sugerirle a la chica que le permita quedarse junto a ella.

—Alex, ¿Qué haces aquí? Es demasiado tarde— comenta la rizada mientras sale de su habitación atando el nudo de su bata.

—Sabes qué hago aquí— responde bostezando mientras se deja caer sobre el sofá suspirando con exasperación—. Vengo de la oficina de Beatriz, es un lugar realmente cómodo para estudiar, aparte de que tenía que ayudar a la señorita Jones a enviar algunos papeles, reportes para los socios. Se me pasó el tiempo y para cuando me di cuenta ya era madrugada.

— ¿Y por qué no te fuiste a casa en lugar de venir aquí?— inquiere cruzada de brazos.

—Porque le prometí a tu hija que te vigilaría.

—No necesito que me vigiles, Alex— suspira mientras rueda los ojos, irritada.

— ¿Sabes lo difícil que es para ella el no conseguir tranquilidad? Pensando que en cualquier momento volverás a quedarte dormida y que ella te perderá.

—Alex, no soy una niña.

— ¿Ah sí?, pues te comportas como una— responde molesto mientras se cruza de brazos.

—No necesitas venir aquí todas las mañanas a traerme desayuno, dejar lo que estás haciendo para venir al medio día y traerme almuerzo, y peor aún; acortar tus horas de sueño para venir a vigilarme. Alex, estoy bien, y si no fuese así, si realmente este fuera mi día. No hay nada que tú pudieras hacer.

Alex la observa por cuestión de segundos, antes de bajar la mirada al suelo y luego agachar la cabeza. Esta discusión se vuelve cada vez más frecuente, comienza a irritarlo porque lo hace sentir impotente, siente que realmente la chica tiene razón en que él no es más que una molestia. Pero no puede incumplirle a Mell, se lo prometió así que deberá cumplirlo, aunque con ello solo se gane el odio de la chica.

— ¿Puedo dormir aquí?— pregunta mientras afloja su corbata. Siente que comienza a asfixiarlo.

Susan frunce ligeramente el ceño, ¿acaso él no entiende las palabras que salen de su boca? No lo quiere ahí, no quiere que, si por alguna razón algo llegase a pasar Alex se encuentre ahí. Pero tampoco puede dejarlo marcharse de esa manera, el joven está realmente agotado. Es un verdadero milagro que no se haya estrellado en el camino conduciendo de esa manera.

—Puedes dormir en la habitación de Mell, si juntas las camas de las niñas será más espacioso y cómodo que el sofá, quiero que descanses bien— dice con seriedad mientras se gira con la intención de dirigirse hacia la habitación de las niñas.

Se sobresalta y su cuerpo se estremece al sentir como unos brazos rodean su cintura y se aferran a ella con fuerza. Su corazón se acelera en su pecho y su respiración se entrecorta al mismo tiempo que sus ojos permanecen muy amplios. Alex presiona más sus brazos alrededor de la cintura de la chica mientras reposa la cabeza en su hombro.

—Si realmente quieres que descanse, déjame dormir en tu cama— le susurra al oído.

La chica malinterpreta completamente sus insinuaciones, y así lo demuestra al tiempo que se separa de él con brusquedad y le propina una fuerte bofetada que lo obliga a girar el rostro. Él retrocede un par de pasos, mientras la observa aturdido.

—Oye, ¿por qué?— inquiere, con un puchero en sus labios, mientras acaricia su mejilla tratando de alivianar el ardor en esta.

—Eres un desvergonzado— exclama molesta.

La Niña Del OrfanatoWhere stories live. Discover now