Capitulo 7

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Las dos semanas se pasan volando como hoja que lleva el viento, y en el orfanato todos se preparan para la llegada de aquella mujer.

Dentro de las instalaciones del orfanato, las risas de los niños resuenan por toda la estancia. La felicidad y la emoción se respira en el aire. Las niñas juegan con sus respectivos juguetes mientras presumen sus hermosos vestidos nuevos, especiales para ese día. Las monjas por su lado se encargan de que todo esté presentable y en perfectas condiciones, buscando dar una buena impresión; inclusive el guardia de seguridad que normalmente siempre se encuentra dormido está más que despierto y presentable.

Un auto color plateado se estaciona frente al portón del orfanato seguido de otra minivan color blanco. El guardia se pone de pie rápidamente y se apresura a abrir para darles la bienvenida a los recién llegados. Del primer auto baja un hombre que no pasa de los veinticinco años, caucásico, de un sedoso cabello color caramelo vestido con un Smoking negro; sus ojos azules observan el lugar con mucha atención mientras se dirige hacia la puerta trasera para abrirla.

Del auto sale una mujer de descendencia afroamericana, de cabello negro alaciado, alta y delgada. Sus facciones son muy finas y su piel suave, un hermoso vestido negro viste su cuerpo delineando su esbelta figura. Su rostro refleja mucha emoción y a la vez algo de preocupación por saber cuál será el resultado de su visita.

Otra mujer baja del mismo auto, una mujer de tez clara, piel tersa, y cabello castaño. Su altura y figura es casi similar a la primera mujer. Pero al contrario que su acompañante, la expresión en su rostro es una clara señal de que no siente emoción alguna por asistir a dicho lugar.

La mujer morena, observa las afueras del lugar, suspira de alivio cuando nota que se trata de un orfanato común y corriente y no como los de las películas terror que salen en la televisión.

—Señora Johnson, bienvenida— sor Ángel es la encargada de recibirla.

—Muchas gracias, hermana. Gracias por recibirme— responde cortés.

—Es un verdadero placer... bueno tenemos que entrar, no hay hacer esperar a los niños.

La mujer asiente mientras la sigue hacia el interior del edificio, observando cada espacio y pensando en lo bien que quedaría una remodelación en aquel lugar para que los niños estén más cómodos. A sus espaldas, sus empleados (quienes llegaron en la minivan) traen cajas repletas de regalos para todos los niños, ¿y por qué no?, para las monjas también. No quería escoger solo a un niño y no dejarle nada a los demás.

Al cruzar el umbral que divide la sala de juegos de la sala de estar, la mujer amplía los ojos con un brillo de emoción en su mirada.

— Señora Johnson, aquí están todos los niños— dice la mujer señalando a los pequeños que se encuentran en línea para que ella pueda verlos bien.

— ¡Oh mi Dios! —exclama la mujer cubriendo su boca con su mano mientras sus ojos se cristalizan. —. Son muy hermosos— comenta con un hilo de voz.

Niños de diferentes edades, culturas y colores de piel. Niños Coreanos, hindúes, Blancos, negros, mestizos, chinos, judíos, musulmanes y todas las etnias existentes en el país.

—Bien hay que darle un momento...—ordena con seriedad la mujer que la acompaña—. Chicos, hay que entregarles los regalos.

Los hombres asienten con la cabeza mientras comienzan su labor, entregándole las cajas al resto de las monjas para que puedan dividir los obsequios entre los niños que emocionados se acercan a ver qué es lo que contienen las cajas. Mientras tanto, la señora Johnson se sienta para tratar de tranquilizarse. Su amiga no duda ni un momento en sentarse a su lado y comenzar a hablarle con suavidad, diciéndole que todo estará bien.

La Niña Del OrfanatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora