Capítulo 2

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La noche comienza a tornarse cada vez más fría, la mujer continúa su camino hacia el orfanato con su pequeña hija en brazos, quien para ese momento, luego de que su madre repitiera su canción favorita casi la mitad del camino, ha quedado profundamente dormida.

Al llegar a la residencia, el guardia de seguridad se pone de pie para abrir el portón de rejas negras que chirrea cada vez que se mueve, la chica agradece con una pequeña sonrisa nerviosa mientras ingresa a la propiedad, en donde de brazos cruzados se encuentran tres monjas en la puerta principal, acompañadas por la madre superiora; realmente tardaron en darse cuenta de que la pequeña había desaparecido, fue hasta que una de ellas fue a supervisarlas de camino al baño y se enteró de la ausencia.

Cuando la imagen de la chica llega a su campo de visión con esa vestimenta y la niña en brazos, las monjas fruncen el ceño, observándola con desprecio y reproche al pensar que ella se había llevado a la pequeña. La madre superiora suspira de alivio y ordena a las monjas llevarse la niña para así poder hablar a solas con la mujer. El cuerpo de Katherine se estremece mientras abraza con fuerza a su hija y besa su cabello antes de depositarla en los brazos de una de las monjas de tez morena.

— ¿Qué ocurrió? —pregunta la anciana arqueando una ceja mientras la observa fijamente.

La chica permanece sentada en la isla de la cocina, intentando recuperar el aliento luego de que había olvidado como se respiraba desde que vio a su hija en la calle a altas horas de la madrugada.

—No vine a cantarle, así que fue a buscarme, me asusté mucho cuando la vi— dice mientras toma el vaso de agua y lo lleva a su boca con dificultad, ya que sus manos aún tiemblan.

—Le ordenaré al guardia estar más pendiente, así ella no ira a molestar— informa la anciana mientras se posa frente a ella del otro lado del mesón y la observa fijamente.

Katherine mantiene su mirada puesta en el vaso alojado en sus manos temblorosas que reposan sobre el mesón. De pronto un sollozo traicionero se escapa de sus labios mientras cierra los ojos con fuerza tratando de detener las lágrimas que se desbordan de sus ojos.

—Ella no es una molestia, es mi bebé—dice entre llanto, siente que su corazón se rompe con cada palabra que sale de su boca.

—Lo siento, no quise decirlo así— se disculpa—. Bueno de hoy en adelante cuidaremos que no se escape.

La chica asiente con la cabeza por miedo a que su voz se quiebre si responde con palabras, el dolor en su pecho se intensifica a medida que piensa cuál es su situación actual. Se siente terrible, se siente la peor de las mamás y es porque sabe que lo es. Las otras mamás no tienen que dejar a sus hijas en un orfanato, y peor aún trabajar en las calles de noche.

— ¿Ya comiste algo? —pregunta la anciana observando con pesar a la chica frente a ella.

Realmente la chica se ve terrible, tiene unas ojeras muy marcadas y parece haber bajado mucho de peso. Su cabello rubio se ve tan reseco y sin brillo, sus manos tan delgadas y frágiles, pareciera que en cualquier momento sufriría un colapso total.

—No tengo hambre— asegura haciendo un gesto, con la intención de ponerse de pie.

Pero justamente en ese momento, el estómago de la chica decide desmentirla y comienza a rugir con mucha intensidad. Claro que si tiene hambre, no ha comido nada en todo el día.

—Te prepararé un emparedado— anuncia la madre superiora mientras se voltea hacia la alacena y saca el pan junto a los otros ingredientes.

La chica permanece con la mirada baja, mientras continúa sujetando el vaso de cristal medio vacío, gira su cabeza en dirección al umbral que da hacia salida, su corazón se acelera mientras trata de reprimir su deseo de dirigirse a las habitaciones de las niñas, tomar a la suya e irse de ese lugar, irse de esa ciudad, irse muy lejos a un lugar en el que solo sean ellas dos.

La Niña Del OrfanatoKde žijí příběhy. Začni objevovat