—Bueno... sí—Tony se rascó la nuca—. Olvidé como se hace un curriculum—mintió.

—Te puedo ayudar, si quieres—Steve hizo amago de ir a su lado.

—¡No!—lo detuvo Tony en seco—Tú tienes que ir a dormir, no quiero que fallé la misión por mi culpa.

Steve asintió y regresó los pasos dados, dándole alivio mental a Tony.

—Está bien, pero ve a dormir pronto.

—Sí... —Tony vio como el capitán giraba sobre sus talones, dispuesto a subir las escaleras— Oye, Steve...

—¿Mmh?—una vez más, Steve, regresó los pasos dados.

—¿A qué hora te vas? Dijiste que en la tarde pero...

—A las siete. Iré temprano a SHIELD, pero volveré a esa hora por mis cosas.

—Está bien. Yo veré a Pepper, pero volveré a esa hora para decirte adiós.

Steve asintió y le dirigió una breve, pero entrañable sonrisa. Tony sintió como si algo le atravesara el pecho, se desconectó por un breve momento y siguió la espalda de Steve hasta que éste se perdió escaleras arriba. JARVIS le habló en voz baja, y entonces, sacudió la cabeza y regresó al trabajo, el cual terminó cerca de las tres de la madrugada. Hora a la cual arrastró los pies de Sharon a la cama. Se dijo que no le importaba desvelarse puesto que la que iba a envejecer era aquella y no él... aunque el desvelo era una costumbre suya.

Era así que, la mañana del martes, tumbado en la cama esperó escuchar de nuevo la puerta de entrada, los pasos en las escaleras y en el pasillo. Pero se quedó dormido antes de poder hacerlo. Lo despertó JARVIS:

Señor, son casi las 10 de la mañana. El señor Rogers ya se ha ido, y la señorita Potts ha llamado dos veces.

—Me muero—Tony se talló los ojos y bostezó largamente—, este cuerpo no está acostumbrado a dormir tarde.

Será un buen cambio para su salud, señor.

Shh, no quiero sermones. Llama a Pepper y dile que voy algo tarde.

Sí, señor.

***

Pepper lo esperó a las afueras de Central Park, vestía un traje sastre sencillo, no tan elegante como los que solía usar, por no decir que más barato. Aquello sorprendió un poco a Tony, pero sin duda él iba menos que elegante, llevaba ropa casual y sneakers, sin olvidar, por supuesto, la chamarra. Era un día nublado, un poco fresco, no parecía que fuera a nevar. Enero había terminado y febrero empezaba con sus impredecibles cambios de tiempo, así que era mejor no confiarse.

—¿A dónde vamos, Pepper?—preguntó nada más llegar—¿Dónde está el auto?

—No hay auto—dijo su amiga y suspiró—. Iremos a en taxi.

—¿Por qué?

—Porque me creas o no es más seguro.

Tony arqueó una ceja no muy convencido.

—¿Pues a dónde vamos?

—A Brooklyn.

—¡A Brooklyn! ¿Y por qué carajos vamos a ir a meternos ahí?

—¿Quieres volver a tu cuerpo o no?

—Pues sí

—Pues me dijeron que ahí hay una espiritista que puede ayudarte.

Tony frunció el ceño y metió las manos en los bolsillos de la chamarra. Abordaron un taxi y atravesaron las calles de Nueva york hasta internarse en el barrio de Brooklyn. Tony observó que como en todos lados Brooklyn tenía partes de apariencia tranquila y otras no tanto; el paisaje se volvía un poco más sórdido mientras más se internaban en él.

El inesperado despertar a tu ladoWhere stories live. Discover now