30. I hate you, I love you

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"It hurts me everytime I see you, realize how much I need you

I hate you, I love you"


—Carter, estás sudada.

Ya lo sé, pero es un momento en el que debería estar apoyándome sin importar si estoy sudada o no.

—Ahora no me hacen gracia tus chistes.

Sus brazos me rodean la espalda y sus manos están sobre mi pelo, acariciándome suavemente, mientras me seco las últimas lágrimas de la cara.

—¿Quieres hablar?

Niego con la cabeza y despego la cara de su pecho. Me separo de ella y quedo sentada en el sillón, mirando al frente aunque aún con la vista nublada.

—Estaba pensando en ver Pesadilla antes de Navidad, ¿te apuntas?

Pesadilla es la que estoy viviendo yo, en mi caso después de Navidad.

—Me voy a duchar. —Me pongo de pie—. Puedes ponerla ya si quieres, y me uno cuando salga del baño.

—Vale. —Intenta limpiarse con disimulo las manchas negras que mis ojos le han dejado en la camiseta—. ¿Estás mejor?

—Sí.

No del todo, pero da igual. Simplemente me meto en el baño y trato de relajarme bajo el agua caliente. No debí haber salido corriendo. No debí haberle dejado allí. No sabía qué hacer. Supongo que estaba asustada, como él lo estuvo cuando cometió aquel "error".

Cuando termino de ducharme, me encuentro a mi madre con el salón preparado como si fuera una sala de cine. Ha hecho palomitas y el olor se ha extendido por toda la casa. Hay vasos con refresco y mantas y cojines en el sillón. Sonrío al verlo.

—Te has perdido bastante ya —me informa, masticando palomitas.

—Sabes que he visto esa película mil veces. Nadie conoce más a Jack Skellington que yo.

Me voy a mi habitación para ponerme algo de ropa y trato de secarme el pelo con el secador más rápido de lo normal, todo sea por el refresco y las palomitas. Me peino bien el flequillo, me aplico un poco de sérum en todo el pelo para que brille y esté más suave y termino con un perfume que a veces utilizo por la noche. Es una colonia de olor suave y fresco, como si fuera de bebé.

Vuelvo al salón, me dejo caer sobre el sillón y cojo mi bol con palomitas. Aún están calientes, y me siento afortunada por ello.

—¿Qué haces? —le pregunto, mientras mastico.

Está mirando por la ventana. Asoma la cabeza bajo la cortina y permanece ahí de pie por unos segundos. ¿Qué es tan interesante ahí fuera? A lo mejor va a venir su novio. Cada vez que hay película, se apunta, así que no me extrañaría en absoluto.

—¿Por qué hay un chico sentado en nuestra acera?

Carraspeo con la garganta para escupir la palomita que se me ha quedado a mitad de camino.

—¿Qué? —Parpadeo varias veces.

—Lleva un buen rato ahí fuera, desde que estabas duchándote.

Ay, madre... Me levanto otra vez, cojo mi bol de palomitas y me lo llevo.

—No salgas —le advierto—. Ni mires por la ventana mientras esté fuera.

—Estarás en la calle, ¿qué vais a hacer en la calle que no quieres que vea?

—Cállate, mamá. —Es mi última advertencia.

El objetivo de Carter Jones [LIBRO I]On viuen les histories. Descobreix ara