Capítulo 92.

131K 6.7K 515
                                    

Seguimos bebiendo en el yate hasta regresar al muelle, pensé que el tambaleo de Aaron era debido al mar, pero no, el pobre no puede con su alma.

¿Qué demonios tienen esas cervezas?

Quiere meterse en la playa, así que cuando bajamos, entramos al agua, me tiene cargada, suerte que en el agua uno no pesa, porque dudo que pudiese conmigo.

- Yo te amo.

- Yo también te amo Aaron.

- Me encanta que seas tú mi compañía en este viaje.

- Y yo me alegro que pensaras en mí para venir.

- Siempre pienso en ti.

- ¿Sí? -habla chistoso.

- Me emociona saber que tuviste un niño igual que yo. -me rio. -podemos practicar.

- ¿Ahora?

- Sí.

- Aaron nos acabamos de meter.

- Adaaaa.

- Vamos. -rio a carcajadas.

Corre como si le hubiese dicho que en el cuarto lo espera un maletín con 100 millones de dólares.

- Aaron.

Muero de risa al ver como en menos de 10 segundos se ha tropezado más de 3 veces.

- Vamos, vamos, que creo la gente está viendo mi erección.

Llegamos a nuestra cabaña. Pierdo de vista a Aaron, y cuando lo observo ya está acostado tratando de quitarse el short y bóxer, no puedo contener la risa con Aaron así.

- ¿Estas ansioso?

- Joder ven, me duelen las bolas, las debo tener azul, necesitare respiración boca a boca... No perdón, boca a pene.

- ¿Estas ahogado?

- Si, si, se mi salvavidas.

Sin necesidad de desvestirme porque sé que esto no pasara más de un sexo oral, me arrodillo en la cama, me agacho y paro mi trasero. No hay rodeo, tomo su pene y lo aprieto, escucho como sisea cuando paso mi lengua desde los testículos hasta la punta, y ahí, lo introduzco todo.

- ¡Dios! -lo saco de la boca.

- ¿No eres un ahogado?

- Si, cierto. -no puedo tomar esto en serio, si estoy riendo como desquiciada.

Lo llevo hasta la campanilla, ahí lo siento. Aaron hala de mi cabello y mueve sus caderas para que entre más, maldice y dice cosas sin sentido. Con mimo mordisqueo la punta para luego volver a introducírmelo por completo y apretarlo con los labios, lo masturbo. Cuando abro mis ojos para mirarlo, él me está observando desde arriba, mordiéndose su labio, ni ebrio deja de ser caliente.

Siento esa familiar tensión en su cuerpo, y el líquido caliente en mi boca lo confirma, ha llegado al orgasmo.

- Ya boto el agua de sus pulmones, no está ahogado.

- ¡Aaron! -rio fuerte.

- ¿Estás bien?

- Yo sí, ¿y tú?

- ¿Y lo preguntas? Después de esto, bien. Te amo. -me acuesto a su lado.

- ¿Tienes hambre? ¿Quieres algo?

- Fuera de servicio, por favor inténtelo más tarde.

- ¿Ah?

- Pi, pi, pi. -imita una contestadora, ya entendí.

Dulce Infierno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora