Blood Seeker.

64 14 7
                                    

-Bien, esa será la última puntada. Lo hiciste bien Yoongs, descansa niño.

Terminé el último nudo y corté el hilo. Revisé que todo estuviera en su lugar y me saqué la ropa ensangrentada. Tiré el barbijo al suelo con furia, todo había salido perfecto, pero me seguía lastimando el hecho de que no confiaran en mi y me hicieran pasar por una situación así. Agradecía que fuera algo simple.

-Te dejo a cargo de lo que falta. Contrólalo y dale antibióticos- ordené.

Taehyung me miraba con cara de pocos amigos, pero asintió y terminó de acomodar a nuestro valiente paciente.

-¿Tú donde irás? ¿Porqué me dejas a cargo?- Me miró de reojo con un tono molesto.

-Métete en tus asuntos.

Dicho esto salí a los vestuarios. Me di una ducha rápida y volví por mi ropa. Una vez lista caminé hacia mi habitación sin escuchar ni ver a nadie a mi alrededor, como si no existieran.

Por suerte al llegar me di cuenta que mi cuarto ya estaba desocupado. Cambié mi ropa una vez más por jeans cómodos, zapatillas converse negras, un suéter azul marino y una chaqueta de cuero corta.

Dejé todas mis pertenencias, incluyendo mi teléfono sobre la cama. Sólo tomé algo de efectivo, mis gafas de sol y mi cuchillo. No quería saber nada sobre nadie.

Por quien sentía más pena era por mi conejito, suponía que no tenía nada que ver en éste asunto, pero decidí no confiar en nadie. Además, personas que lo protegieran había de sobra.

Llegué a la puerta principal, puse mis gafas oscuras sobre mi cabeza y levanté mi dedo de corazón a la cámara de seguridad, para luego caminar afuera sin rumbo fijo.

El atardecer daba un toque melancólico a toda la situación y me sentía patética.

Nada importaba, ya hasta nada dolía. Ni siquiera el sentimiento de satisfacción por estar haciendo una intervención por primera vez con material que sólo había visto manejar por video, nada.

No importaban los logros, no importaban las penas. No tenía nada.

Avanzaba sin llegar a destino, seguía sin encontrar un lugar para mi y las horas se sentían como segundos.

El cielo nocturno y las estrellas eran mi compañía ahora, y sabía que debía hacer para recobrar por lo menos alguno de mis sentidos en ese momento.

Beber.

Me seguí alejando de la ciudad mientras caminaba, estiré mis brazos tras mi nuca y proseguí un par de metros de la misma forma. Ya no conocía nada y los edificios ya no se veían bonitos como lo que había dejado atrás.

Un cartel de neón rosa llegó a mi rescate y sin pensarlo me adentré en el lugar.

La decoración era rústica, por no decir asquerosa, las paredes eran negras, la iluminación no era muy buena y había un par de tipos barbudos ebrios dormitando en sus asientos. Perfecto.

Tomé asiento en un taburete y un hombre ya entrado en años me observaba.

-Niña, ¿Qué te sirvo?

-Whisky on the rocks, por favor.

-Enseguida.

Puse mi mis brazos en la barra y acomodé mi cabeza entre ellos. Sabía que lo que estaba por hacer estaba mal, pero no había tomado mi medicina en dos días y ya no quería seguir lidiando con toda esta mierda.

El vaso se deslizó hacia mí y lo bebí todo de un sorbo como si se tratara de un shot. Indiqué que me sirviera más y el barman asintió.

Todo esto es una mierda. No quiero volver, mi trabajo me tiene totalmente harta, pero tampoco quiero quedarme aquí.

Mafia de escritorasWhere stories live. Discover now