Capítulo 88.

129K 6.1K 509
                                    

Me despierto porque me siento asfixiada, con calor y calambre.

Claro, si tengo todos los kilos de músculos de Aaron sobre mí, estoy como una momia mientras que él está de lo más cómodo con su pierna, brazo y cabeza encima de mí.

- Oye. —lo muevo pero nada —levántate —sigue sin moverse —Aaron eres una completa marica. —veo como sus labios hacen una sonrisa.

- Te escuche.

- Entonces también escuchaste que te levantes.

- Sí.

- Pues haz caso.

- Estoy cómodo.

- Yo no. Tengo calambres. —al escuchar eso se mueve — ¿Y las almohadas?

- Tú eres más cómoda. —suspiro.

- Esto no está bien Aaron, no debemos estar así cuando no somos nada.

Lo observo y amaneció sin camisa, tiene sus brazos arriba de manera que cubren sus ojos.

Quiero lamerlo.

- Lo sé, pero quiero intentarlo.

- No así.

Me levanto y voy directo al baño, me cepillo, orino y salgo. Aaron está sentado de espalda en el borde de la cama con su celular en mano; su espalda luce tan ancha y sus tatuajes tan comestible. Alejo esos pensamientos de mi mente y salgo sino me lanzare sobre él, y el sueño húmedo que tuve con el no me ayuda.

Bajo a la cocina y ahí esta Peter con su periódico y un vaso de zumo de naranja, mamá entra antes de que pueda saludarlo, lo abraza desde atrás y besa su mejilla.

- Buenos días tortolitos. —me anuncio.

- Buenos días hija. —responden los dos con una gran sonrisa.

- ¿Cómo amaneciste hoy? ¿Mejor? —le pregunto mientras tomo un pan de la cesta.

- Si, poco a poco me recuperare del rostro. —hablamos sobre las noticias del periódico.

- Hoy vamos a su primera cita para la terapia, saldremos dentro de un rato. ¿Qué harán hoy? Por nosotros no se preocupen.

- ¿Segura? Podemos llevarlos.

- Si pequeña, tu sabes lo bien que cuida tu mamá.

- Me consta, los esperaremos para ir a comer antes de marcharnos.

- Está bien querida.

¿No han notado que cada oración que me dicen algún apodo cursi?

Así son ellos, por eso los amo inmensamente, son lo más bonito de mi vida. Mi madre siempre ha sido mi roca, mi pilar, la luz de mis ojos. Y Peter supo ganarse ese mismo amo, de pequeña lo he visto como mi papá. Por eso me alegra que no haya pasado a mayores su incidente. Me levanto, le doy un beso a ambos antes de subir y encontrarme a Aaron vestido con ropa deportiva.

- ¿Lista para ir a caminar?

- ¿Para qué?

- No sea floja, vamos a una colina donde solía caminar.

- Aaron. ¿Cuándo me has visto hacer algún esfuerzo físico?

- En la cama.

- Eso no cuenta. —ríe.

- Hoy será la primera vez.

- ¿No es mejor que me mates?

- Vamos, vamos. Mueve ese precioso culo. —camina a mi alrededor dando saltos de calentamiento.

Dulce Infierno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora