San Pedro

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La copa de vino oscilaba entre los dedos de Sharon. Miró tras la ventana el jardín de su casa. Una casa de los suburbios, en un barrio donde todos, o la gran mayoría, eran militares. Una casa bonita, agradable, con un patio delantero rodeado por una cerca blanca, hecha por su marido; con un garaje amplio, suficiente para dos autos y hasta una mesa de trabajo; con un sótano, que tenía una pequeña despensa y estaba equipado para emergencias (su esposo era muy previsor); había cuatro habitaciones, un estudio, un pequeño gimnasio. Era una casa agradable. Pero para ella era insuficiente.

Había visto en un programa, donde mostraban como vivían los famosos, la casa de Tony Stark. Ese magnate que era toda una celebridad. Su mansión era enorme, tenía hasta piscina y un garaje sólo para sus autos de colección. Esa era la clase de vida que le habría gustado tener. Y no esa acomodada, pero, todavía, clase-mediera en la que vivía.

¿Por qué se había casado con Steve? Porque era un hombre atractivo e inteligente, era lindo, caballeroso, bueno en la cama, era un encanto. Pero no tenía dinero. En ese entonces era un soldado y nada más, ahora, estaba considerado en una terna para convertirse en capitán de una unidad especial. Ella estaba segura de que fracasaría. O al menos deseaba que lo hiciera.

Probablemente lo que más le molestaba era que él se conformaba con esa vida. Él decía que una vida tranquila, estabilidad y un hogar, eran suficientes para ser feliz. Eso, para ella, era sólo un "bla, bla, bla" sin sentido. Ella quería lujo, carros, viajes, joyas... quería ser mujer de ese Stark. Lástima que ese hombre era un mujeriego, y nunca tenía relaciones de más de un día, al menos, eso era lo que decían en los programas de chismes. Además era poco probable encontrárselo en algún lugar de casualidad y ella estaba casada con ese soso.

Ahora, resultaba que el hombre quería divorciarse. Estaba de más decir que no se lo iba a permitir. Jamás. Si alguien iba dejar a alguien, sería ella a él. Por supuesto que, antes, debía de tener un buen partido por el cual dejarlo. Era una forma de no quedar en el aire y sin perro que le ladre. Además, ser esposa de un militar le daba cierto estatus, que no tendría siendo la "ex".

Le daría una lección, pensó. Le daría un motivo para quedarse a su lado hasta que ella quisiera que fuese así. Tomó la decisión y arrastró la botella de vino al baño. Abrió la llave de la bañera y sacó del botiquín algunas pastillas. Steve no iba a tardar, ese día no trabajaba, así que seguramente, había ido a dar una vuelta por el vecindario; tal vez, a quejarse con los vecinos, que eran el odioso de Bucky y su odiosa mujer.

Se quitó la ropa y se metió en la bañera. Pensó, mientras se tomaba las pastillas con un trago de vino, en la cara que pondría Steve cuando la encontrara medio muerta en el baño. El muy estúpido, seguramente, se asustaría. Después, le pediría perdón y volverían. Adiós amenaza de divorcio. Punto. Se saldría con la suya, como siempre.

No se dio cuenta cuando se quedó dormida. La botella de vino resbaló de sus dedos. Pero algo más resbaló: ella dentro de la bañera, cuya llave de agua nunca cerró.

***

San Pedro era un anciano muy vigoroso, pero anciano al fin y al cabo. El santo estaba detrás de un escritorio que parecía más el estrado de un juez que otra cosa. Leía con unos anteojos dorados un pergamino. No dijo nada cuando Tony entró. Ni siquiera lo miró.

Tony comenzaba a sentirse muy nervioso. Era curioso, incluso muerto sentía esas cosas. Era extraño. ¿Y si sólo estaba soñando? Era probable.

—Ejem—carraspeó, pero a San Pedro no se le movió ni un pelo. Tony cambió el peso de un pie al otro, también se estaba cansando —. EJEM—intentó una vez más—. Quiero ir al baño.

San Pedro, entonces, levantó una ceja y desvió la vista para mirarlo.

—¿Pu-puedo ir al baño?—preguntó Tony, realmente no tenía ganas de ir al baño, pero era así como se había escapado innumerables veces de las oficinas de muchos directores en sus años escolares. Y era justo como un escolar, como se sentía.

San Pedro levantó aún más la ceja y de pronto se carcajeó. Al principio, Tony no supo que hacer, así que, tímidamente, intentó imitarlo y se rió. Pero así como San Pedro había comenzado a reírse, así se calló y se puso mortalmente serio. Tony también se calló.

—Señor Stark—la voz del santo era fuerte, dura, parecía retumbar en el pecho de Tony—, he revisado su expediente.

Tony puso cara de "maldita sea" puesto que sabía que nada en ese expediente podía favorecerlo.

—Y lo he encontrado culpable de los siguientes pecados: Soberbia, Gula y Lujuria

—Tres de siete, nada mal ¿no?

Tony sonrió, San Pedro lo miró con cara de "me estás hablando en serio, bastardo" (en palabras de Tony, claro está), así que borró su sonrisa lentamente.

—También encontré buenas acciones.

—¿Cuentan el doble?

San Pedro volvió a lanzarle una mirada mordaz. Tony cerró la boca fingiendo que tenía un zipper en ella.

—Bueno, señor Stark, ahora, dígame: ¿por qué murió?

Tony frunció el ceño. —¿Quiere que le diga cómo me morí? Para ser honesto no lo recuerdo. Salí de una fiesta, conducía hasta mi casa...

—Suficiente. Murió por irresponsabilidad. Usted, señor Stark, no valora su vida.

—¿Pero qué dice? Yo la disfruto mucho.

—¿En verdad lo hace?

Tony frunció el ceño. Debía haber alguna trampa ahí, como en cualquier juicio. San Pedro no necesitó respuesta, tal vez, ni siquiera quería una. Sacó un libro enorme de quién sabe dónde y comenzó a buscar algo en él.

—Vaya—dijo—, señor Stark....

Justo entonces, se escucharon unos gritos del otro lado de la puerta. Eran estridentes e histéricos. De pronto, la puerta se abrió violentamente.

—¡Esto es un error!—entró diciendo una mujer, guapa (notó Tony), seguida de la mujer alta que fungía como secretaria de San Pedro— ¡Exijo ser devuelta!

San Pedro frunció el ceño, Tony pensó que ni en el cielo funcionaban las reglas burocráticas de esperar el turno con el debido respeto.

—¿Usted es...?—pidió el Santo y despidió con un gesto a su secretaria, quien, sin temor a equivocarnos era un ángel.

—Sharon Rogers—respondió la mujer con los labios tirantes. 

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Espero que les haya gustado.

Creo que ya se puede ver mejor de que va esto ¿Verdad?

Lamento si va un poco lento.

Y lamento si Sharon me ha quedado demasiado bitch , no pude evitarlo XD 

¡Nos estamos leyendo!

El inesperado despertar a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora