Capítulo 30

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Edwards Collins.

—¿Qué estoy haciendo? — me pregunté a mi mismo después que Annabell saliera del restaurant,         —¿Por qué me había quedado petrificado cuando ella me pidió que fuera solo para ella? ya soy solo de ella ¿por qué no puede entender eso?, yo la amo solo a ella, ¿Por qué no puede ser suficiente?

Bebí unos cuantos tragos más — ¿Qué hago aquí perdiendo el tiempo? Me reprocho a mi mismo  —Me he ganado el premio al mayor idiota del mundo y toda la galaxia, Annabell estaba dispuesta a perdonarme y yo lo tire todo por el retrete, ¡no puedo ser mas imbécil!

Salgo del restaurant y me voy a mi coche rápidamente dándome golpes en la cabeza por lo estúpido que he sido.

Llego a su casa y veo que todas las luces están apagada —¿Estará durmiendo?  —Me preguntó y llamo a su celular, no contesta, llamo a la casa y tampoco contesta —¿Dónde estará?
Subo al auto y decido esperarla porque claramente no está en casa.

Pasaron varias horas y me quedé dormido dentro del auto, escucho un auto llegar, no es el de Annabell pero se parquea frente a la casa, veo que un hombre se desmonta y va hacia la puerta del copiloto y la abre, de allí sale una mujer, miro bien y es ¡Annabell! Por impulso abro la puerta, pero recapacito y vuelvo a entrar, ultimadamente la he cagado por impulsivo y esta vez no lo quiero arruinar.

—¿Quién será este tipo? —me  pregunto, miro bien y no lo reconozco pero siento que su rostro me he conocido, él la acompaña hasta la puerta de la casa y…

Mis ojos no dan crédito a lo que ven, este tipo se ha atrevido a besar a Annabell, a mí Annabell. Abro la puerta del auto, vuelvo y la cierro,    —respira Edwards, respira —trato de tranquilizarme, —¿pero quien se cree el pendejo este para besar a mí mujer? —aprieto el volante hasta que los nudillos se me ponen blanco de la fuerza que hago, lo observo volver al auto y lo sigo con la mirada y logro verle el rostro y lleva una estúpida sonrisa.

¡Pero si es el doctor que  estaba atendiendo su madre! debí de imaginármelo el día que lo encontré en la cafetería. Lo vi marcharse y me quedé un largo rato en el auto para tranquilizarme, no quiero volver a estropear las cosas.

Veo a través de los ventanales que ya Annabell se había bañado y estaba en pijama, cuando salió a la  sala a apagar las luces supe que era mi momento.

Voy  tocar pero escucho a Annabell tararear una canción, la observo por la ventana sin que ella se de cuenta, tenía algo en su cara que hacía mucho no veía y que tanto me gustaba: tenía una gran sonrisa en su rostro y yo, no era el motivo de ella algo  dentro de mi se quebró y en ese momento decidí marcharme, por lo menos en ese momentos.

[…]

Me siento como un puberto tímido que le pedirá a la chica que le gusta ir al baile con  él, no tengo porque estar tan nervioso soy un adulto.

—Puedo pasar —pregunto asomando la cabeza.

—Claro pasa —me contesta Annabell

—¿Cómo estás? —pregunto nervioso

—Bien gracias —me contesta y hace un ademán con sus manos para que me siente.

Diablos estoy tan nervioso que apenas puedo disimularlo, me siento y adoptó una falsa seguridad que no siento, no puedo evitar quedar observándola, sus ojos grandes y azules, con unas largas y negras pestaña, su piel blanca como muñeca de porcelana, su pelo negro como la noche lo llevaba recogido en un moño al descuido, por Dios es hermosa. De pronto mi mirada se va a algo detrás de ella y mi corazón se alegra.

—¿Te puedo ayudar en algo? —me pregunta sacándome de mis pensamientos.

—Eh... Si… Solo vine a avisarte que tendremos que viajar a NewYork tengo que cerrar unos negocios allá y además es el aniversario de una de las empresas que es de las mayores colaboradoras nuestra —veo que se mueve incomoda en su asiento claramente no le hace gracia lo que le acabo de decir —se que no te agrada la idea de acompañarme, pero te aseguro que si no fuera necesario no te lo pediría, todos están esperando que valla acompañado

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