Capítulo #31: Alianzas silenciosas

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El domingo se quedarían solo hasta algo después del mediodía, de modo que pudieran regresar a Miyagi a buena hora y descansar bien para un lunes escolar. Esa mañana empezó con calentamientos que podían realizar en la distribución que quisieran, por lo que había algunos equipos un tanto dispersos y mezclados. Daichi inició dirigiendo los ejercicios de sus compañeros, sin embargo, fue interceptado por el dúo de los dolores de cabeza para luego ser alejado de su grupo sin tanto disimulo. Suga se ocupó de reemplazarlo, así que no se preocupó mucho en regresar con los suyos.

—Sawamura, no creas que nos hemos olvidado de la razón por la que creamos el grupo —advirtió Kuroo sin parar de calentar.

—Solo pensamos que era mejor preguntar cada cierto tiempo para notar más el avance —añadió Bokuto mientras hacía sentadillas.

—¿Qué parte quieren que les diga? —Por su parte, Daichi daba saltitos como si emplease una cuerda.

—¿Cómo has seguido?

—Ustedes debieron notar que lo de ayer fue que tosí flores.

—Ah, sí —asintió el más alto, quien tocaba las puntas de sus pies con las puntas de sus dedos—. ¿Tenías que descansar por tanto tiempo?

—Normalmente no, pero la cantidad de ayer era para debilitarme. Fue pura prevención, en realidad.

—Así que presumo que sigues bien —concluyó el de Nekoma.

—Bueno, puede que no tosa tan a menudo como al principio, pero salen muchas cuando lo hago. Eso me debilita a la larga.

—¿No duele? —Bokuto preguntó.

—¿Qué parte?

—Toser flores. Suena doloroso.

—No tanto. —Daichi dejó de saltar e inclinó la cabeza de lado a lado un par de veces—. Digamos que lo que duele es la cabeza y la garganta después si tuviste que esforzarte demasiado por expulsarlas. —Pasó a hacer movimientos circulares con los hombros—. Mientras toses, te fijas más en la sensación de asfixia que en el dolor.

—¿Se te trancan las flores? —El de cabellos grises decidió imitar su ejercicio; era más sencillo conversar sin tanta agitación.

—Es bueno que casi nunca suceda, es espantoso. —Sintió un escalofrío por la espalda de solo recordar la escasez de oxígeno, las lágrimas involuntarias y las punzadas generales de esos instantes—. Tienen que golpearme la espalda para que salgan en esos casos. Esos que duelen.

—Ah —suspiró Kuroo, quien solo sostenía su rodilla derecha a la altura de su cadera con las manos—, ahí es donde puedes decir que el amor duele.

Daichi le envió una mirada que deseaba abrir fuego.

—Hey, creo que cruzaste la raya, Kuroo. —Bokuto respingó aun si no era con él.

—Lo siento, lo siento. —En lo que cambió de rodilla, levantó las manos en son de paz; aunque la sonrisa ladina que exhibía no lo hacía ver sincero o arrepentido—. De verdad que tu situación apesta, Sawamura.

—Esa es otra cosa que está de más recordar.

—Déjame terminar. ¿Has hecho algo para que no apeste tanto? Creo que no hemos sabido nada desde el festival, y dudo mucho que mejores si no has hecho nada desde entonces.

—Claro que he tomado acción. —Sus ojos se harían más pequeños de tanto que llevaba entrecerrándolos—. Creo que está funcionando.

—¡Así que pronto tendremos a un Sawamura más relajado! —Kuroo deshizo su posición y aplaudió una vez.

Cuando las flores hablen por élWhere stories live. Discover now