Capítulo XXXV Romeo y Julieta

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Por ahí caminaban pasadas las once de la noche, por una ciudad pequeña y de características exclusivas sin saber que algo terrible los esperaba a pocos metros.

Cerca del hotel en donde paraban estaba la antigua casa en donde vivió Shakespeare con sus padres, hacía muy poco había sido restaurada por la empresa de Will, se abría a las visitantes durante algunas horas del día, ellos en su primer día no habían podido ingresar por el altercado con los paparazzi, pero pensaban ir al día siguiente antes de retirarse a Oxford, una cortesía de Will que no se había ocupado de la restauración personalmente pero conocía al administrador.

Al pasar por la puerta escucharon un sonido que provenía desde adentro del lugar y Elizabeth se asustó terriblemente, algo raro, entre el llanto de un bebe y un animal.

Caminaron rápido y sintieron pasos cerca, no sabían de donde provenían, atemorizados por lo que estaban viviendo aceleraron el paso.

Lizzy quería llorar, pero a la vez en los momentos más difíciles ella era toda una heroína, Will guardaba la calma, en situaciones extremas podía concentrarse y ser un tempano de hielo, racionalizar cada situación y actuar en consecuencia. Lo ideal era caminar los noventa metros que los alejaban del portal del hotel ubicado al doblar la esquina, lo más rápido posible y estarían a salvo.

Pero dos personas los detuvieron de atrás cubriéndoles la boca y los ojos para impedirles ver y gritar; en tan solo unos segundos Elizabeth y William habían sido atrapados, amordazados y trasladados a una casa a pocos metros del lugar.

Lizzy creyó entender que se trataba de la casa de William Shakespeare por el sonido que se escuchó al ingresar, similar al que había oído al pasar antes, ese sonido que había hecho que ella se atemorice, una mezcla de maullido de gato, con sollozo de un niño, por otro lado Lizzy se dio cuenta que habían hecho pocos metros caminando y los ingresaron en un lugar cubierto, ya pudo sentir la diferencia de temperatura en comparación con la calle.

En el lugar había olor a pintura y aroma a un tabaco fino, era un lugar que le recordaba los museos en París, podía ser esa casa o una cercana, no había muchas opciones.

Para ella estaba en la casa de William Shakespeare, y no sabía en donde estaba Will nadie hacía demasiado ruido estaba amarrada de tal forma que era imposible mover las manos, los pies, hablar y ver. Solo podía oír e intentaba por ese motivo hacer el menor ruido posible para entender que pasaba.

Se notaba que Will hacía lo mismo porque creía tenerlo cerca por la respiración pero no se lo oía para nada.

Algo iluminó sus ojos parecía que había prendido una luz, se escucharon unos pasos y una mujer llorando desconsolada, diciendo entre dientes era todo lo que me quedaba y no está.

Elizabeth necesitó suspirar y en ese acto Will que estaba a su lado se tranquilizó haciendo lo mismo, permitiendo que ella escuche su respiración alguien los tomó de uno de sus brazos y los unió por la espalda, quedaron pegados por la espalda sentados en el piso, los ataron por la cintura con una soga que los mantenía unidos, Will acercó su cabeza al cuerpo del Elizabeth para reconocerla y tranquilizarse, descubrió que su olor era más enloquecedor que nunca en ese momento y una lagrima corrió por su mejilla, no entendía qué sucedía y no tenía manera de ayudarse, ni de ayudar a Elizabeth, la ansiedad rondaba por su cabeza, sin depositarse en su pecho, necesitaba controlarse, aunque se sentía desesperado, necesitaba concentrarse en cómo resolver la situación y controlar la ansiedad como fuera, pensaba.

El sonido de una puerta se pudo oír no muy lejos y Elizabeth y Will se alertaron enderezando sus cuerpos.

_ ¿Mira a quien tenemos aquí?, al ladrón_ una voz de hombre no muy gruesa pudo escucharse y luego una risa burlona.

El sueño de William DarcyWhere stories live. Discover now