Capítulo VIII Distancia

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Luego de pasar toda la tarde junto a Elizabeth y sintiéndose preso de sus sentimientos, William había decidido volver a su departamento. Una vez allí,  una idea recurría en su pensamiento como consecuencia sin dudas del comentario que Elizabeth había hecho sobre las muñecas japonesas, de las que él jamás había escuchado hablar hasta ese día: " Si ella fuera una muñeca de esas, él podría empacarla en su maleta y trasladarla sin problemas de un lado a otro,  según sus necesidades laborales o sentimentales". El solo pensamiento lo horrorizaba.

Con la misma intensidad aparecía  la idea  más saludable de llamar a Katherine Born su antigua analista, estaba más convencido que nunca, querer convertir a una mujer en una muñeca inflable para poder manipularla a su antojo era verdaderamente extremo e insoportable,  a sus ojos  y a los de cualquiera que pudiera conocer esas retorcidas fantasias.  Miró su reloj, eran casi las nueve de la noche, sufría sin dejar de preguntarse: ¿por qué él no podía ser como su amigo  Bingley?,  más natural, ¿por qué a él le había costado  tanto amar?

Reconocer sentimientos, ¿sentimientos? se atormentaba de solo imaginarse enamorado de una mujer, nunca había sentido afecto por nadie que no perteneciera a su familia, entre los que contaba a sus padres, a su hermana, a su amigo Charles, a David un amigo de la universidad, respeto por su tía Katherine, cariño por su primo FirtsWilliam y su prima Anne, apego a su nana y a su administrador, apoyo de Brandon su chofer y jefe de seguridad,  nada extremo, en estos tres últimos casos, sabía que si estos llegaban a fallarle, no dudaría en despedirlos ya que los consideraba allegados, pero no indispensables. Era muy rígido y obsesivo para los afectos.

El caso de Elizabeth era extraño, ella se había vuelto indispensable en menos de cuarenta y ocho horas, y eso lo desconsolaba y hacía que sus síntomas de pánico y angustia volvieran sin clemencia. Estaba bañado en un sudor frío, recordando a Elizabeth entre sus brazos, él sin saber como proceder ante algunos de sus comentarios, paralizado, detenido en un tiempo que podría ser eterno, pensando en qué hacer con todo lo que sentía. Él,  un hombre seguro, educado, noble, ¿con estas inseguridades paralizantes?, no se lo podía permitir, ¡ eso era censurable y debía detenerse! Pensaba en su padre, en lo terrible que hubiera sido que lo viera  tan afectado.

Recostado en su sillón, luego de unos minutos más repuesto, decidió buscar el teléfono de la especialista y marcarle, ella siempre lo había animado a hacerlo, explicándole que no era ninguna molestia recibir llamadas suyas. El teléfono sonó varias veces y la llamada fue a parar a la casilla de mensajes:

Darcy  aclaró su voz y dijo con seguridad: "Khaterine, ha llegado el día, soy William Darcy aquí de nuevo tal cual me lo habías dicho, necesitando volver a verte. Estoy en Londres hasta las diez de la mañana del domingo, viajo a Manchester pero vuelvo el miércoles, necesito un horario para que conversemos, estaré esperando que me llames".

Luego  se desplomó en el sillón, la energía que había necesitado para armar ese mensaje y sonar seguro de sí mismo,  era impensable, en realidad quería llorar e implorarle a Katherine con una frase del estilo: " ayúdame a sacar estas ideas obsesivas de mi cabeza urgente, enseñame a querer", se sofocaba de solo pensar, abrazó con sus manos su propio cuerpo se acurrucó en el sillón y se durmió placidamente hasta las 7 de la mañana, estaba verdaderamente agotado de pensar y de contenerse con todo.
Algo interrumpió su sueño y  mientras se desperezaba escuchó sonar su celular que había caído en el suelo, lo levantó lentamente y observó los mensajes. Katherine le ofrecía verlo a las ocho de la mañana antes de partir. No sabía bien qué hacer, pensaba en reprogramar su viaje, pensaba en la necesidad permanente de tener a Elizabeth cerca. Decidió llamar a la terapeuta. El teléfono sonó varias veces, cortó y volvió a insistir hasta que  Katherine al fin le contestaba.

_ William,  ¿cómo has estado? He intentado contactarte ayer hasta las once._ aclaró la doctora.

_ Es una buena pregunta, hasta hace muy poco he estado muy bien, pero han sucedido cosas, que me están preocupando ahora.

El sueño de William DarcyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora