Capítulo IX Distancia de seguridad

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Lizzy había descansado lo suficiente para salir de paseo nuevamente, había dejado su teléfono cargando,  con varios mensajes sin revisar como era su costumbre. Intentaba no pensar en la tarde que había pasado el día anterior aunque eso era una misión imposible, no podía dejar de pensar en William Darcy,  en su aroma atormentador y en cada una de las caricias que le había dado en el sillón de su propia casa.

Ordenó algunas cosas de su agenda, organizó sus citas del lunes y preparó algunos materiales necesarios para la primera de sus decoraciones, tuvo que mover del garaje un cubículo de plástico para retirar unos pompones y unas mariposas de tela, tenía que decorar una casa de muebles infantiles. Mientras intentaba bajar una caja de madera otra se vino sobre su cabeza y un oso de peluche rodó por el piso. El oso tenía un cartel en sus manos que decía:  "perdóname, te amo", era uno de los regalos que Tomas le había dado demostrando arrepentimiento. ¡Qué tonta pensó!, esa vez te creí. Tomó una bolsa de residuos y decidió meterlo para depositarlo en la basura.

Escuchó sonar el timbre de su casa,  dejó todo a la mitad, tomó su cartera y cerró la puerta decidida a disfrutar de la mañana y el almuerzo de domingo. Subió al auto mientras escuchaba a Jane en tono madre mandona:

_ ¡Debes usar tu teléfono Elizabeth, te he estado escribiendo!

_ ¡Hola,  buenos días a todos! _ dijo Elizabeth fulminando con la mirada a Jane, que la dejaba en evidencia frente a dos desconocidos Bingley y una joven rubia que estaba sentada en el asiento de atrás, ahora junto a ella.

Bingley saludó con cortesía y una sonrisa amigable, mientras Caroline miró a Elizabeth para perforarla y esbozó una mueca casi imperceptible como saludo. Lizzy estaba sorprendida con el desprecio.

_ ¡Te he escrito desde temprano! _ dijo Jane rápidamente intentando disimular la falta de cortesía de la soberbia muchacha.

_ ¡Te he respondido Jane,  por eso estoy aquí preparada para salir de paseo! _ respondió Lizzy sonando  risueña, sintiéndo que no tenía nada que hacer ahí esa mañana.

_ ¡Te he vuelto a escribir y no has contestado! _ Jane sonaba enigmática.

_ ¿Qué era eso tan importante que tenías que decirme?_ dijo Lizzy sin suponer la respuesta.

_ Por un lado que invitamos a Caroline, la hermana de Charles y tu colega, ella es decoradora de interiores y organizadora de eventos aquí en la ciudad, también te comentaba que William no ha viajado y que lo veremos para almorzar.

Elizabeth no salía de su asombro, William no había viajado ¿Qué habría pasado? Quería su celular,  pero lo había dejado en su casa. No tenía manera de saber si él le había escrito, ni de ver los mensajes que Jane le había mandado, suponía que había otras cosas importantes que Jane no diría en público. No tenía opción, debía esperar a llegar al lugar y encontrar un momento a solas con Jane para que ella le cuente.

Caroline observaba todo con desconfianza, no había pronunciado palabra. Algo de recelo podía percibirse en su mirada. Elizabeth decidió preguntarle a que se estaba dedicando en este tiempo para romper el hielo.

_ ¿Qué me cuentas del verano en la ciudad? ¿Estás en algún proyecto? _ dijo con un tono de voz cálida y amigable.

_ Algo hay,   como siempre_ contestó Caroline moviendo su mirada a la ventana contraria a Lizzy y demostrando pocas ganas de continuar con la charla con una ausencia de decoro completa y absoluta.

Lizzy sintió un malestar en su estómago, fulminó a Jane con la mirada y apoyó su brazo en la puerta del auto, mientras sostenía su cabeza observando por la ventana. Odiaba los planes de Jane cuando incluía gente que ni ella misma soportaba. Por otro lado todo lo que esperaba ese domingo era distenderse después de un sábado arrollador, volvió a pensar en William,  se sofocaba al recordarlo y algo corría por su pecho hasta sonrojarla.

El sueño de William DarcyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora