Capítulo XVII San Miguel

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La semana agitada de trabajo había impedido que Elizabeth se detuviera en el caso "William Darcy", eso la tenía completamente segura de sí misma y de considerase una persona con conducta coherente, no temía flaquear ante el encuentro en la iglesia y mucho menos desesperarse al verlo.

Mientras elegía cuidadosamente el atuendo adecuado para la iglesia esas ideas rondaban en su cabeza. Iré hare mi trabajo, intentaré pasar desapercibida, por supuesto que saludaré y me iré a encontrarme con mis mejores amigas.

Una contradicción ataco sus sentidos, ella haría eso, y él ¿qué haría? No era muy difícil suponer que lo mismo, jamás estaba en Londres sin pasar mucho tiempo con el maldito Bingley, en el medio estaría la remilgada de su hermana, Jane y Elizabeth terminarían almorzando juntas como era su costumbre en esas fiesta y estos seres a su alrededor.

Tomó el teléfono y llamó a Tris:

_Sé que he estado abusando de ti, sé que no tienes que hacer esto, pero debes jurarme que me ayudarás hoy_ Lizzy sonaba aturdida.

_No tienes que disculparte, me considero una amiga, y las amigas están ¿cuál es la situación que tanto te angustia?

_Inventemos un plan para no almorzar con Darcy, Bingley y Jane, el que sea. Iré a donde propongas.

_Estás loca, no haré eso. Se notará tu maldito interés en desaparecer y quedaras como una niña estúpida delante de todos. Iremos como los has hecho siempre. Tú con tu mejor amiga, yo con mis padres, es una fiesta familiar y no permitiré que te expongas delante de Caroline, si haces eso quedaras como una desequilibrada, se notará tu interés y ella creerá que ha logrado algo_ Tris no soportaba a Caroline de toda su vida, había tenido la maldita fortuna de compartir domingos en el club con su familia desde que tenía recuerdos, jamás la había tolerado, los aires e ínfulas que se daba eran irritantes.

_Tienes razón, ven por mí. Me dirás si el atuendo te parece adecuado. Haré lo que digas. ¿Quién iba a decirme a mí que luego de cumplir los treinta quedaría en manos de una millenians de veintidós, para proceder en mi vida sentimental?_ Lizzy sonaba desalentada.

_Solo iré si me prometes poner energía, han pasado siete semanas, debes tener fuerza para el encuentro de hoy, será duro y no puedes dejar que se note.

_Lo haré ¿Así sueno mejor?_ Lizzy se remedaba a sí misma usando el tono de voz que la caracterizaba y que provocaba en los que la oían impulso por vivir, el tono que particularmente Darcy amaba sobre todas las cosas.

_Sí que no ha muerto en ti esa locura, eres especial Elizabeth Bennet, sé que hay en ti algo peculiar que no todas las mujeres tienen, y ese Darcy deberá distinguirlo o habrá perdido la mejor oportunidad de su vida.

_Tris has salvado mi vida en estos días, Charlotte y sus mil cosas, Jane y su casamiento, ¿qué habría sido de mi sin tu ayuda? ¡Te quiero!_ Lizzy sonaba feliz.

_Y yo a ti, pasaré por ti en media hora.

Elizabeth corría por toda la casa, el tiempo había volado no tenía arreglado el pelo, debía ir arreglada, pero moderada, atractiva, pero no cautivante, era difícil prepararse para la fiesta de los arcángeles, la iglesia ese día estaría atestada.



San Miguel se le venía a la cabeza una y otra vez, justo el ángel encargado de defender en las batallas, con el demonio, con Darcy ¿podría ayudarla? Lizzy que nunca había sido del todo creyente ponía las manos en posición námaste y suspiraba, con una actitud orante y confiada, repitiendo, necesito poder pasar por esto con tranquilidad.





El sueño de William DarcyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora