Capítulo XVII San Miguel

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Tris había llegado, eligió un vestido de seda color champagne, con cuello v-Neck, ajustado en la cintura con unos detalles de perlas diminutas y que terminaba en una falda godet a la rodilla. Usaría unas sandalias cristal, con ínfimos brillantes, más altas de lo normal para ella, su madre se las había comprado especialmente para su fiesta de treinta en una zapatería de París que ella amaba entre las miles de zapatarías del mundo, ella había usado una vestido y unas sandalias que Will le había comprado especialmente como regalo y no había tenido oportunidad de estrenarlas aún.

Lista para abrirle la puerta  a Tris que esperaba, tuvo la imperiosa necesidad de abrir el placard en donde guardaba el vestido que Will le había dado como regalo de cumpleaños.

No pudo contenerse, sus ojos se enrojecieron, cerró la puerta del placar y bajó la escalera. Tris al verla abrir la puerta noto lo descompuesta que se veía su cara y la abrazó, estaba abatida.

Durante unos minutos conversaron sobre el tema, que había sido el centro de su atención en muchas otras charlas, y que en verdad no tenía solución, Lizzy no soportaba el carácter de Darcy pero lo amaba, o aprendía a vivir con eso, o debía olvidarlo.

Decida a afrontar el reencuentro, volvió al baño, intentó modificar el desastre en el maquillaje social y lavado por las lagrimas que se había hecho previamente y se perfumó por supuesto con el perfume que William le había ofrecido como primer regalo en su primer encuentro luego de conocerse.

Todo iba mal, y empeoraría o eso podía suponerse.

Charlotte las pasaría a buscar en su nuevo auto, había aprendido a manejar y Collins, luego de hacerle un test de manejo exhaustivo había decido cambiar su auto y regalarle a ella su viejo Mercedes Benz S class para su uso personal, en él que nadie tendría derecho a molestarla.

Por supuesto que eso era una vil mentira, Charlotte desde el mismo minuto en que se subió a ese auto, creyendo que encontraría libertad, se convirtió en la chofer oficial de toda la familia, su madre en primera fila, Collins en segunda, los mil encargos, mandados y solicitudes de lo más raras podían llegar a su celular en los momentos menos esperados. Para ella la excusa de trabajar, aliviaba su vida considerablemente y mientras conducía por Londres en domingo, con las ventanas bajas la música un poco alta y con sus amigas, sentía el aire de libertad que desde hacía años desconocía.

Llegaron a la iglesia, habiendo estacionado en el lugar indicado para los organizadores y se adelantaron arreglándose los trajes y retocándose entre ellas. Tenían que estar impecables serían miradas por muchos.

Todo estaba dispuesto desde el día anterior. Ellas ese día solo se encargarían de ser invitadas de honor y ubicarse cerca del sacerdote que auspiciaría la misa.

La iglesia estaba bastante llena, estaba terminantemente prohibido por Lizzy andar husmeando a Darcy y a su familia. Sin intentar distinguir a nadie entre las filas se acomodaron en los lugares indicados.

Pero no iban a pasar más de cinco minutos en que la lagartija estirada de Caroline arruinara la ceremonia con su presencia. Junto a ella su hermana menor, a quien Tris odiaba con profundidad por haberle robado a su primer novio, y Charles con su cara de felicidad total, característica y bastante fascinante. Era guapo, y esa alegría de vivir lo hacía más tentador aún, pensaba Lizzy sabiendo que Jane estaría bien a su lado.

Saludaron con amabilidad y se acomodaron a tres bancos de las  decoradoras.

Lizzy no miraba más que a la imagen de María implorándole por su conducta, por su tranquilidad y por su cordura durante las próximas tres horas, que sería el tiempo que duraría la ceremonia y el almuerzo.

El sueño de William DarcyWhere stories live. Discover now