Capítulo #22: Los indiscretos

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—Ah, sí. Fue idea del entrenador encubrirlo como un golpe de calor.

—¿Fue solo la debilidad o también hubo flores?

—Tres flores pequeñas, no fue la gran cosa. —Por un momento había olvidado que Nishinoya conocía más detalles que casi todos los demás, por lo que debía saber de los síntomas por fase.

—¿No tenías que hacerte un examen de sangre cuando eso pasara? —Suga recordó.

—Sí, pero lo de hoy pudo ser provocado por el esfuerzo. Me sentí bien al poco tiempo, supongo que no hacía falta. Si hubiese sido peor o si hubiese tosido tres flores distintas, ahí sí habría sido necesario.

—No sé cómo lo harás, ¡pero debes aguantar el resto del campamento! No volverán a creer en otro golpe de calor o en cualquier otra excusa; sabrán que algo te pasa, Daichi-san.

—No es como si pudiera suprimir lo que siento hasta volver a Miyagi, y menos ahora que me salen flores que ni imaginaría. —Cruzó los brazos. Claro que sabía que debía tener muchísimo cuidado con mostrar signos de la enfermedad frente a todos, no era muy grato que se lo recalcaran.

Esa fue la primera noche que no le echó más que un vistazo a Suga durmiente por miedo a la telepatía involuntaria que ahora parecía poseer. Nunca imaginó lo peligroso que era ese poder en manos que no sabían manejarlo. Por lo menos fue recompensado en su propio sueño, donde vivió una versión más romántica del rato que estuvieron mirando al cielo. Daichi deseaba que algún día se hiciera realidad una cita así.

Las cosas mejoraron para el equipo en el tercer día. Las nuevas técnicas por fin daban frutos y ya se veía la cohesión entre los jugadores; incluso se saltaron un castigo por primera vez. Por precaución, se quedó en la banca en varios sets. A pesar de su participación menor a la habitual, nadie sospechó de sus descansos por creer que eran para probar otras combinaciones. Fue una jornada más tranquila y animada para Karasuno, hasta Tsukishima lucía motivado —gracias, quien fuera que logró esa hazaña—; solo hubo una corta discusión que inició Hinata, pero nada muy grave como para arruinar el ambiente.

Donde sí tuvo la oportunidad de observar a Suga fue durante la práctica libre. Era algo atrevido de su parte, pero podía excusarse con que evaluaba qué tanto habían mejorado sus remates; además, todos estaban bastante enfocados en sus trabajos como para fijarse en quién tenía la vista más clavada. Aunque no eran tan fuertes como los de Tanaka, le encantaría que él marcase un punto en un partido oficial con el arma que perfeccionaba. Nishinoya le envió un par de miradas cómplices una vez que paró a beber agua de su termo y otra justo antes de salir del gimnasio; esperaba que fuese el único en darse cuenta de lo que hacía.

Nada se comparó al dolor de cabeza que fue el cuarto día del campamento. Si bien ya daban más pelea en los sets, de vez en cuando, y más si saltaba muy alto, una pequeña punzada le molestaba en el pecho; nada conveniente cuando le tocaba bloquear. Llegaron a cambiarlo por el poco empeño que les ponía a los bloqueos —aunque el motivo confidencial era por preocupación por su bienestar—, y estando en la banca Suga le susurró sus preguntas:

—¿Te duele algo? —Daichi supuso que no fue específico por la cercanía de Yamaguchi, porque daba igual que Ennoshita escuchara algo de la enfermedad.

—Es como si algo rebotara aquí cuando salto. —Colocó una mano en la zona afectada.

—¿Qué te creció? —Sus ojos se agrandaron del espanto.

—Me preocupa. Lo que sea, debe salir pronto o no voy a poder jugar bien.

—¿No puedes forzar su salida?

—Lo dudo. Lo único que se me ocurre es esforzarme de más, pero sería peligroso. —También podía juntarse más a Suga para la aceleración del crecimiento, mas no podía revelarle eso.

Cuando las flores hablen por élDonde viven las historias. Descúbrelo ahora