- ¿La llevarás algo a todos?
- Claro, sería una maldad venir hasta acá y no llevarles nada. Listo, busquemos tus gomitas.
Caminamos hacia el final de la tienda, las gomitas están al lado de la caja para pagar.
- Son estas —señala la vitrina.
- ¿Gomitas ácidas? —arrugo la nariz.
- ¿Qué tiene?
- Por eso eres así de amargado.
- No soy amargado. Por lo menos contigo no —sonrío ante sus tiernas palabras.
- Tienes razón, pero en la oficina si lo eres.
- Es lógico, tengo una reputación y una imagen intimidante que cuidar. Sino imagínate cómo serían los trabajadores, holgazanes porque tienen a un jefe que dejan que lo traten sin respeto.
- Nuevamente tienes razón —lleno su bolsita de gomitas — ¿Así o más?
- Un poco más.
- Quiero ver como arrugas la cara cuando la comas.
- Y yo cuando tengas dolor de estómago por tanto chocolate.
Llegamos a la caja y dejo todas las bolsitas en el mostrador mientras busco mi tarjeta, cuando la consigo se la extiendo a la mujer que se encuentra detrás de la caja.
- ¿Qué haces? —me pregunta Aaron.
- ¿Qué hago de qué? —la respondo confundida.
- Pagaré yo.
- ¿Para qué?
- ¿Para qué, que?
- ¿Cómo que para qué, qué?
- ¿Para qué, qué, de qué?
- ¡Aaron!
- ¿Ada?
- Ni se te ocurra —le extiendo la tarjeta a la cajera.
Pero así como la extiendo, así Aaron me la quita, lo hace dándome un manotazo suave, la tarjeta cae al suelo por eso.
- Acuérdate que sufro de tics nerviosos.
- Ni se te ocurra.
Pero mientras me agacho e intento despegarla del suelo, ya la chica le está dando la factura.
- No puedes ser tan lenta al pagar, porque se te adelantan —dice mientras la cajera mete todas las bolsitas en una más grande.
- Acuérdate de tus palabras Aaron.
Recibe la bolsa y sonríe, me toma de la cintura y me acerca a él depositando un beso en mi frente, me agrada esta faceta que ha demostrados desde ayer, a mí también se me da fácil ser así con él. Esta vez soy yo quien lo toma de la mano y salimos de la tienda, unas cuantas mujeres lo ven mientras caminamos, arpías. Tres tiendas al lado de la de dulce, hay una de mascotas, y entro también sin pensarlo dos veces.
- Ok, este gorro fue creado sólo para coco —es idéntico al mío, gris y con un pompón, tiene unas cuerditas al rededor para amarrarlo.
- ¿En serio compraras ese gorro?
- Siiii. ¿Qué tiene de malo?
- Pues todo —me responde con una mueca graciosa en su rostro mientras señala el gorro.
Voy a responder cuando suena su teléfono, suspira con cara de frustración y hace una seña de disculpa con la mano cuando contesta, la respondo y sigo caminando en la tienda. No me había fijado pero en la misma sección de gorros, hay también para personas, supongo que para combinarlo con sus mascotas, y me entra una idea.
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Dulce Infierno
RomanceAda Woods esa mujer sin filtro que dice lo primero que le pase por la cabeza, es torpe como ella sola, habla hasta por los codos y está más dormida que despierta. Pero ante todo es fiel a su familia y a sus seres queridos. A sus 23 años se traslada...
Capítulo 38.
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