Capítulo 27 | Viviendo y recordando

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Trae bolsas de comida en las manos como para alimentar un ejército y Jiyong se acerca inmediatamente para ayudarle.

—Huele delicioso —comenta inspeccionando las bolsas.

—Es kimchi-jjigae. Sírvete, anda.

—Oh, no puedo —comienza a decir apenado—. Ya estaba de salida.

—Tonterías. Siéntate y come con nosotras.

—De verdad, no quiero ser una molestia... —sigue insistiendo.

—¡Yah! ¿Desde cuándo un yerno es molestia para una suegra?

Lo miro de reojo y un extraño calor recorre mi cuerpo cuando lo veo aceptando el plato que mi mamá le extiende con una leve reverencia.

—Yo también quiero, mamá.

—Tú no puedes comer esto, está demasiado condimentado.

—Aish, pero si mi estómago está perfectamente...

—¿Ahora también eres doctora?

—Pero tengo hambre...

—Por eso traje este rico caldo de pescado para ti, querida.

Escucho a Jiyong reprimir una carcajada y lo fulmino con la mirada mientras sigue concentrado en su sopa.

Mamá es la responsable de que el silencio no se vuelva incómodo mientras comemos. Le pregunta a Jiyong sobre su gira y cómo están los demás chicos. Hablan un poco sobre animales y plantas mientras yo veo como él es un manojo de nervios mientras habla con mamá.

Podría morir de ternura.

Los días pasan y me avisan que pronto podré volver a casa. Seunghyun incluso me lleva flores un día antes de regresar al servicio y se niega a soltarme hasta que la enfermera le dice que ya había excedido el tiempo de visitas por más de una hora.

Jiyong también viene a verme, pero nunca se queda mucho tiempo. Cuida de mí, a veces me pone un poco de música o a veces ayuda con mis sesiones de rehabilitación. El residente Kim le había enseñado masajes para cuando mis extremidades estuvieran muy entumecidas.

Claro, las había practicado en mí.

Y ese día tuve que darme una larga ducha con agua muy, muy fría.

Los demás chicos vienen también en mi último día en el hospital y me levantan el ánimo mientras jugamos una partida de Uno.

—¡Uno! —grito victoriosa cuando sólo me queda una carta en la mano.

—Aish... ¿Por qué eres tan buena en esto? —se queja Seungri.

—Nuestra Megan tiene muchos talentos —dice Daesung mientras pone una carta sobre la mesa que hace que Seungri deba tomar cuatro cartas de la baraja.

—Esta vez no ganarás, Meg. ¡Uno! —dice victorioso Youngbae con sólo una carta en la mano.

—Aish... ¿Es en serio? —me quejo mientras tomo más cartas.

Al final, Youngbae resulta ganador.

—Chicos, es hora de llevar a Megan a casa —dice la voz de Jiyong mientras entra a la habitación—. Y será mejor que se vayan porque ya hay demasiados reporteros en la entrada.

—Todo sea porque no te molesten, Meg —dice Daesung resignado mientras los tres chicos se despiden de mí con un abrazo.

—Deberían dejar ganar a Seungri de vez en cuando —comenta cuando por fin nos quedamos solos mientras deja un bolso sobre la camilla—. Tu mamá envía esta ropa.

—¿Tú me llevarás?

—Sí, y entre más rápido salgamos de aquí mejor.

Nuestras conversaciones últimamente eran así. Evitaba que la conversación se fuera al único destino inevitable.

Teníamos que hablar de lo sucedido.

Me cambio en el baño lo más rápido que puedo y no puedo evitar recordar cuando había tenido problemas para quitarme el camisón aquella vez en la que había terminado en el hospital por la fiebre. Él había entrado y había colocado sus manos en mi cintura. Sus dedos en mi piel se habían sentido tan bien que me había electrizado todo el cuerpo.

Extraño sus manos.

Extraño sus besos.

En verdad me moría por volver a besarlo.

Nos vamos en su auto. Todo parece ir bien, excepto por el hecho de que no paro de mirarlo fijamente mientras conduce. En mi cabeza no hay otra cosa mas que las ganas de besarlo.

Pero sé que primero debemos hablar.

Eso es hasta que veo que nos dirigimos a mi departamento. El miedo me paraliza.

—¡No! Por favor, no hay que ir ahí —le pido con la voz agitada—. No me lleves ahí.

—Tranquila, sólo iremos a recoger unas cosas...

—No, por favor —le suplico ya al borde del llanto—. No quiero.

Rápidamente orilla el auto en una calle poco transitada y se desabrocha el cinturón para poder encararme. Sus manos van a mi rostro y sus pulgares limpian las pocas lágrimas que ya resbalaban por ellas. Su toque es tan suave y sus ojos están tan llenos de preocupación que me encogen el corazón.

—No llores, preciosa. No iremos si no quieres.

Su manera de referirse a mí me toma por sorpresa. Tenía mucho tiempo que no lo escuchaba llamarme de esa manera. Me atrae contra él y me envuelve en sus brazos. Sus manos acarician mi espalda.

Todo es tan familiar. Todo es tan reconfortante.

Aspirar su aroma me relaja.

Sus brazos me hacen sentir segura.

—¿Puedo quedarme en tu departamento unos días, oppa? —levanto mi rostro un poco para poder encararlo.

Sus ojos se encienden y van directamente a mis labios.

—Claro que sí. Quédate todo el tiempo que necesites.

Se aleja de mí lentamente y vuelve a poner el auto en marcha.

No me olvides | G-DragonWhere stories live. Discover now