Capítulo 6 | Labios dulces

4.8K 403 139
                                    

Me sobresalto, pues la mirada de mi mejor amigo es tan intensa que podría atravesarme sin ningún problema. Es tan guapo que debo hacer un esfuerzo por no quedarme embobada. Abro los labios para preguntarle qué hace aquí pero me interrumpe en cuanto ve mi intención de comenzar la conversación.

—Estabas dando un buen show allá afuera —dice con amargura en su voz. Se quita la gorra negra que trae puesta y se pasa los dedos por el cabello, peinándolo para atrás—. Así que ESO es lo que pasaba entre ustedes. Bueno, al parecer sigue pasando —su voz transmite tanta molestia que me dan ganas de golpearlo. ¿Por qué cree que tiene el derecho a hablarme de esa manera?

—¿Qué haces aquí? —pregunto finalmente, tan molesta como él. Quiero moverme, pero mis pies están clavados al piso. Sólo puedo cruzarme de brazos.

—No sé, Megan. Tal vez lo que se viene a hacer a un restaurante. Definitivamente, tú decidiste comer algo que no estaba en el menú.

Listo. Basta. Suficiente. El enojo hace que casi pueda echar fumarolas por las orejas. Camino hacia él rápidamente y lo empujo, poniendo ambas manos en su pecho para poder hacerlo con más fuerza. ¿Cómo se atreve a hacerme sentir culpable por Mino? Jamás. Nunca me sentiría culpable de lo que pasó entre nosotros. De nuevo, su canción vuelve a mi mente.

Quiero verte de nuevo
El tatuaje cuando mueves tus caderas
Recuerda aquel sillón
Todavía está en mi estudio

Definitivamente no puedo sentirme culpable de esas noches.

—¿Y por qué te importa? —pregunto con furia. Jiyong me mira sorprendido, sus cejas arqueándose. Ya había retomado la compostura de mi pequeño ataque y tenía la mandíbula tensa—. ¡Es mi vida y puedo hacer lo que quiera! Así que no trates de hacerme sentir culpable.

—¡Me importa porque eres mi mejor amiga, maldita sea! —grita en señal de frustración. Levanta su rostro hacia el techo y su garganta queda expuesta frente a mí. Me imagino haciendo un camino de besos en ella. Diablos.

—Puedes creer cualquier excusa que te haga dormir de noche, Jiyong —digo finalmente, derrotada. Me siento sobre los lavabos y cubro mi rostro con mis manos. Siento unas ganas inmensas de llorar. No puedo creer que finalmente lo haya dicho. Estoy cansada de esto, de lo que sea a lo que estemos jugando—. Mino no se merece que esté aquí encerrada contigo sólo por tus tonterías de niño pequeño.

Quiero bajarme e irme de este lugar. Estas cuatro paredes se están volviendo cada vez más pequeñas. Cuando hago ademán de querer moverme y mis pies tocan el suelo, Jiyong camina rápidamente hacia mí y rodea mi cintura con uno de sus brazos, reteniéndome en mi lugar. Su olor me embriaga. Huele delicioso. A loción para afeitar y a jabón. Aléjate de mí. Me mira de nuevo y yo inspecciono su rostro. El moretón de hace unas semanas ha desaparecido por completo. Él comienza a hacer lo mismo, sólo que toma una mecha de mi cabello y la pone detrás de mi oreja. Nuestras respiraciones son irregulares.

—Creo que ese es el problema, Meg —su voz es tan suave que parece fundirse cuando entra en mis oídos, causando una reacción placentera en mí. Su mano comienza a acariciar mi cintura, lo que hace que me sobresalte un poco—. Soy un niño pequeño que no sabe lo que quiere.

—Entonces eso sólo te convierte en un idiota —digo entre dientes, apartando mi mirada. Él toma mi barbilla y me obliga a mirarlo. Sus bonitos ojos color café se vuelven más intensos y, de nuevo, todo su rostro se tensa ante mis palabras.

—Veamos lo que puede hacer este idiota —es lo último que dice antes de que sus labios choquen contra los míos. Dios mío. Kwon Jiyong está besándome. Sus labios son tan suaves y dulces que dejo de respirar. Sin embargo, su beso no es para nada tierno. Los lavabos me tienen aprisionada contra su cuerpo mientras una de sus manos sostiene mi rostro. Estoy tan conmocionada que no respondo a su beso. Toda mi piel está electrizada y sin embargo, no puedo responderle, aunque me esté derritiendo como un bombón en una fogata—. Bésame, demonios. Bésame como lo hacías con él.

El ritmo de sus labios es tan demandante que el nudo en mi estómago se tensa. Pero me está besando y no sé si vuelva a suceder. Mis manos se mueven hacia su cuello para entrelazar mis dedos. Mis rodillas pueden fallar en cualquier momento. Empiezo a abrir mis labios para darle acceso a mi boca... Pero se retira. ¿Por qué te alejas? ¿No puedes besarme para siempre? El calor de su cuerpo se va y comienzo a extrañarlo. Mis labios comienzan a pedir seguir siendo besados. Toda yo quiere más, sin embargo, sigo inmóvil. Los fuegos artificiales dentro de mí no parecen terminar.

—A veces me sacas de quicio —dice recargándose en la pared como si estuviera exhausto. Tiene los ojos cerrados y eso me permite examinarlo con detenimiento sin temor a ser descubierta. Trae una sudadera de peaceminusone negra, al igual que su gorra, ese tipo de ropa sólo la usa cuando está cansado.

—¿Y por eso me besaste? —pregunto de inmediato. Me arrepiento inmediatamente. ¿Qué estoy haciendo? ¿De verdad quiero arruinar lo que tenemos?  No debo olvidar que la curiosidad mató al gato.

Se acerca a mí, con una pequeña sonrisita en su rostro. Pone una mano en su barbilla, como si estuviera pensando.

—¿De qué beso estás hablando?

¿Es en serio? Alarga una mano hacia mi mejilla y la toma entre sus dedos, la jala hacia adelante y hacia atrás jugando con ella. Aish. Me alejo rápidamente pues de nuevo me trata como si fuera una niña, olvidando que hacía sólo un momento él mismo había admitido estar siendo infantil. Me sonríe por última vez antes de salir del baño tan rápido como llegó. Caigo al suelo inmediatamente y me cubro el rostro con las manos. La sangre comienza a concentrarse en todo mi rostro mientras revivo el beso. El recuerdo de haber estado tan cerca de él me fascina, recordar como su lengua había recorrido mis labios hace que estos tengan una sensación parecida a cuando se entumece un pie, como si pequeñas chispas brotaran desde dentro de ellos.

Salgo del baño lo más tranquila que puedo. Cuando camino hacia el gabinete, veo a Jiyong y a Seungri sentados en una mesa algo alejada a la nuestra pero que aún así tiene perfecta visibilidad hacia donde me encuentro con Mino.

—¿Estás bien noona? —pregunta Mino. Él y nuestro acompañante ya habían terminado su comida—. Tardaste mucho.

—¿De verdad? Es que... no me siento muy bien. Creo que tengo fiebre —miento piadosamente. Volteo hacia donde se encuentra Jiyong y me sorprendo al encontrarme con su mirada ya fija en mí. Hago todo lo posible por no ver hacia otro lado, lo que hace que él me mire un poco asustado y regrese su atención a Seungri. Ja. Una mano se posa en mi frente. Es Mino comprobando mi temperatura. Abre la boca en una perfecta "o".

—Meg, estás tan colorada y tan caliente... Creo que será mejor que regresemos al hotel.

No protesto. Definitivamente lo único que quiero es recostarme un rato.

Quiero consultar con la almohada todo lo que acaba de suceder.

No me olvides | G-DragonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora