Capítulo 24 | Suya

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Todo está oscuro.

Carajo.

¿¡Estoy muerta?!

Puedo escuchar que la maquinita a la que estoy conectada sigue haciendo beep, pero además de eso no puedo hacer otra cosa.

No puedo moverme o abrir los ojos.

—Todo es mi culpa —dice la voz llorosa de un hombre a mi derecha. Trato de reconocerla, pero no puedo recordar el nombre del dueño—. Perdóname.

Siento que aquella persona toma mi mano entre las suyas. El calor que me transmite me reconforta y me hace sentir mejor.

—Se acabó el horario de visitas, señor Kwon —escucho que dice una mujer en algún lugar lejos de mí.

Y entonces recuerdo.

Aquella chica en medio de la sala. El miedo. El arma. Los disparos. El dolor en todo el cuerpo.

Jiyong.

—¿Cuáles son las probabilidades de que despierte, enfermera? —pregunta sin soltar mi mano.

—Son pocas pero las hay, así que debe aferrarse a eso. Ahora, salga de la habitación.

Siento como sus labios hacen contacto con mi palma antes de que se escuche la puerta cerrarse. Me sorprende que siquiera se hubiera enterado de lo sucedido después de dos meses.

¿O tal vez ya había pasado más tiempo y yo seguía postrada en la cama?

De nuevo, trato de que alguna parte de mi cuerpo se mueva sin éxito alguno. El miedo y la desesperación comienzan a invadir mi cuerpo.

¿Qué tal si decidían desconectarme? Yo sigo aquí y debo encontrar la manera de demostrárselos.

Mi conciencia viene y va. Mi noción del tiempo es completamente nula. Me siento perdida en una especie de abismo. A veces me siento tan cansada que deseo que cesen sus intentos de mantenerme con vida, pero después escucho las voces de mis padres y sé que debo seguir peleando por ellos.

Dejar de intentarlo sería egoísta.

Una de las cosas que más me enfurecen es que la mayoría de las veces que estoy consciente Jiyong es el que se encuentra a mi lado. Me habla de nuestros recuerdos juntos o a veces hasta me canta canciones que solíamos escuchar juntos, pero la mayoría de la veces sólo me pide perdón una y mil veces.

Se culpa y lamenta, me dice que me ama con todo su corazón pero no puedo evitar pensar, aún en mi estado, que si lo hiciera no se hubiera rendido tan fácilmente. Me pide perdón por no haber ido tras de mí aquella noche, pero no puede cambiar lo que sucedió.

A veces lo escucho llorar.

Y se me rompe el corazón.

Al contrario de lo que mucha gente pueda pensar, Jiyong es inevitablemente frágil. Quiero abrazarlo y decirle que lo que pasó no es su culpa, quiero pasar las manos por su cabello mientras él tiene su cabeza recargada en mi pecho y escucha los latidos de mi corazón.

Quiero curarlo y por eso me enojo.

¿Quién me cura a mí?

Necesito que en este momento en el que estoy destruida, él recoja mis pedazos y me repare.

Pero lo único que hace es pedir perdón.

Con el paso del tiempo, del cual comienzo a dudar de su propia existencia, logro concretar mi única petición hacia quien quiera que fuera que estuviera observando la vida mortal.
Lo único que quiero es más tiempo para pedirle al hombre que amo que fuera tan mío como yo era suya, y si él decidía no hacerlo, entonces seguiría sin mirar atrás.

Me curaría a mí misma, sin importar cuán difícil pudiera ser.

Este suceso me hace reflexionar la mayoría del tiempo en la fragilidad de la vida, por lo que en cuanto logre moverme, planeo ser lo más feliz posible. Aún si esa felicidad está lejos de Jiyong.

Sé que lo más difícil vendrá cuando logre abrir los ojos.

Intento, con todas mis fuerzas, mover alguna parte de mi cuerpo. Quiero que los doctores sepan que aún tengo esperanza.

—¿¡Cómo puede proponernos semejante cosa?! —escucho a mi mamá gritar fuera de la habitación.

—Alguien debe considerar esa opción, señora Blackburn. Megan ha estado mucho tiempo en coma.

—¿¡Cómo se atreve a pedirnos que acabemos con la vida de nuestra propia hija?!

—No pretendía hacerles enojar, pero como doctor debo hacerles saber todas sus opciones. Cada día que pasa Megan tiene menos probabilidades de despertar y ya ha pasado casi un año... Sólo es una sugerencia para acabar con su sufrimiento y el de su hija.

Sigo escuchando sus voces ahogadas por la distancia que nos separa pero ya no puedo distinguir lo que dicen, sin embargo, las palabras del doctor me aterran y no paro de repetirlas en mi cabeza.

¿¡Casi un maldito año?!

No recuerdo que las heridas dolieran tanto para provocar algo de esta magnitud. Llevo casi un año sin moverme y aún así han decidido mantenerme con vida.

Aún tienen fe en mi recuperación.

—Su actividad cerebral es demasiado inusual para su estado —escucho decir a alguien a mi derecha, probablemente un doctor.

No puedo evitar encontrar divertido su comentario. ¿Las persona en mi estado pensarán tanto como yo lo hago?

—¿¡Viste eso?! —dice aterrado otra persona a mi izquierda—. C-creo que sonrió.

¿Qué? ¿Cómo pude moverme sin darme cuenta?

—Yo también lo vi... ¿Crees que pu-pueda escucharnos?

Oh, claro que lo hago.

—No lo sé, pero será mejor que le avisemos al doctor Nam sobre esto.

—¿Crees que pueda estar despertando? Sus heridas eran bastante malas.

—Esta chica tenía muchas ganas de vivir...Y también mucha suerte. ¿Cuántas personas sobreviven a una bala en el corazón?

—Todas las que salen con G-Dragon —contesta divertido uno de los dos hombres.

Yah... Pobre tipo. Solía envidiarlo todo el tiempo pero ahora no quiero estar en sus zapatos.

—¿Viste la cara que traía cuando vino ayer por la noche?

No logro escuchar más porque me voy de nuevo a ese lugar oscuro en el que dejo de existir.

No me olvides | G-DragonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora