Capítulo #7: ¿Cómo decirle?

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Después de la ambigua aclaración que le dio a Nishinoya —lo que importaba era que no le quedaran intenciones de esparcir sus presentimientos—, el campamento fluyó con normalidad. No hubo hanahaki del cual preocuparse, por lo que se enfocó por completo en el voleibol. Claro, en las noches tenía la oportunidad de ver a Suga dormir a menos de un metro de él por unos segundos —era una vista hermosa, a pesar de que su cabello se metiera en el camino—; mas eso no era un problema si nadie lo atrapaba en el acto.

Tenía suerte de ser bastante comedido, o sería un enorme inconveniente que le asignaran el futón vecino al del vicecapitán en cada campamento. Sí le daban ganas de muchas cosas —juntar sus futones, apartar el flequillo de su cara y acariciar su cabello en el proceso, estar bajo la misma sábana, acurrucarse y besar su coronilla—, pero sabía controlarse y conformarse con esos breves momentos antes de cerrar los ojos hasta la mañana siguiente.

Se había relajado tanto —dentro de lo posible con su equipo de revoltosos y el capitán de Nekoma— que se olvidó de lo que le esperaba en casa. Ni siquiera ver dos pares de zapatos en la puerta lo alertó; fue necesario pasar a saludar en el comedor al percibir el olor de la cena para que recordara el importante detalle.

—¡Sabíamos que estabas por volver! Te estábamos esperando para la cena. —Le sonrió su madre, aunque Daichi centró su atención en el hombre que lo recibió con una sonrisa más suave.

—Ah, volviste. —Cuidaba mostrar sorpresa agradable y no la sorpresa incómoda que sentía.

—¡Me sentí mal cuando supe que te habías ido a entrenar hacía un par de horas! ¿Qué tal te fue?

Y parecía no tener idea de que había flores creciendo dentro de su hijo. Daichi no estaba contando con esto, por obvio que fuera que su padre regresaría pronto del viaje por su trabajo. Las pocas veces que le tocaba salir de Miyagi eran cortas también, y justamente se había enfermado a solo dos días de su ida. Si tenía que ser sincero, no quería que se enterara, pero sabía que era inevitable.

Su madre notó su tensión, porque pidió hablar con él aparte finalizada la cena.

—¿Le has mencionado algo? —preguntó en voz baja. Ella negó con la cabeza.

—Por todas las cosas que implica, decidí que sería mejor que tú se lo contaras. Hazlo hoy mismo.

—¡¿Hoy?! —casi exclamó. Demasiado pronto para su gusto. Recién volvía a su zona de confort y ya lo empujaban fuera de ella.

Hoy. —Daichi hizo una mueca preocupada—. Sabes que no le agradará si se lo ocultas.

—Sí, pero no estoy listo.

—No pienso esconder dos cosas de tu padre, Daichi. —Cruzó los brazos.

—¡Va a creer que es una chica y exigirá saber quién es! Ni siquiera lo sabes, ¿cómo se lo voy a decir a papá?

Su madre lo pensó por unos segundos. Luego se acercó a él y apoyó sus manos sobre sus hombros más altos. Miraba directo a sus ojos temerosos, solo eso fue necesario para transmitirle seguridad.

—Hijo, lo aceptará. Puede que entre en shock o en negación al inicio, pero estoy segura de que estará bien con eso. —Su mano derecha pasó a su mejilla, acariciándola con el pulgar. Daichi apenas sonrió de lado—. Y si aún no estás preparado, busca la manera de evadir la pregunta.

—Gracias. —Sonrió más amplio. Cortaron el contacto—. Hablaré con él ahora, te digo cómo me fue.

—¡Sin miedo!

Cuando las flores hablen por élDonde viven las historias. Descúbrelo ahora