El trato

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De alguna manera siento que todo se mueve muy lento, las gotas de lluvia, el taxi, mi corazón. Todo se vino abajo junto, todo cayó muy rápido y de una manera inesperada. No puedo controlar mis temblores, no puedo controlar el sabor amargo de mi boca, no puedo controlar los pensamientos de lo que dije ya hace años a mi hermano y lo que le acababa de decirle a Dawson. Todo fue muy familiar, todo fue tan rápido. Joder.

No es justo. No sé qué hacer, no hay esperanza, siento que no puedo hacer nada.

Pero fuera del hecho de lo que siento, no puedo evitar sentir que puedo hacer más. Que quizá esté haciendo todo lo posible pero que pude haberlo arreglado de otra manera. Fue un impulso, un arrebato cuando pensé que no había salida. El sentimiento de impotencia me embargaba consumiendo tan rápido en sus aguas del arrepentimiento que no tenía como salir. Y de todas formas era muy tarde para arrepentirme, lo hecho estaba hecho, lo dicho ya había herido a quienes me importaban. Todo lo que pude sentir se fragmento en pedazos frente a mis ojos y yo misma quedé herida por las acciones que me llevaron a hacer lo que estaba haciendo.

¿Si quiera sabía que estaba haciendo?

Miro otra vez por la ventana y no puedo evitar suspirar. Es raro llegar a un punto de tu vida y saber que todo está fuera de control. De tú control, que tus elecciones ya no son solo tuyas y que tus planes cambiaron por algo que no puedes controlar. Y tampoco eliminar. Habían cambiado mi mundo por completo, mi realidad dejaba de ser algo que yo formaba para volverse algo que tenía que ser lo correcto, para volverse algo que tenía que compartirlo. Todo estaba fuera de mi control.

Había, malditamente, sido empujada a ceder el control de mi vida y era lo que más detestaba. Y que me arrepentiría de ello.

Ese sentimiento arremetió con más fuerza en el momento que vi ese auto negro en mi vereda, cuando vi a Michael apoyado en la pared, parado fuera de la puerta de mi apartamento, inmediatamente supe que estaba a punto de cederle todo la potestad sobre la mía. Me estaba vendiendo a quien bien podría salvarme, o arrastrarnos a ambos abajo. Tenía que hacer que de alguna manera funcionara si quería que todo esto valga la pena. Mientras intentaba convencerme que todo lo que hacía tenía su razón y motivo, que al final todo esto terminaría bien.

Incluso si me arrepentía al final.

Y con eso entendí, que a veces, cuando tu vida no es solo para ti misma, cuando no puedes pensar solo en ti, cuando no solo vives para ti sino para forjar la vida de alguien más no importa mucho quien tenga el control, si no dejas que afecte al otro involucrado.

Mi otro involucrado era el hijo de mi hermano. Era la parte que conservaba de James, era la parte que sobrevivía de James, era una parte que amaba sin conocerla y sé que daría todo por ella. Y eso estaba haciendo al fin y al cabo. Así que, mientras caminaba decidida a donde Michael, me prometí, si quiera tener el control para proteger a esa criatura. Y dejar de ser tan melodramática, ciertamente esto me estaba afectando más de lo que me hubiera gustado admitir.

Conforme camino los ojos gris verdoso de Michael siguen todos mis movimientos, puedo notar que se cambió de ropa, que luce muy arreglado a pesar de toda la lluvia. No puedo evitar recorrer mi atuendo, el vestido morado que Dawson compró para mí pegado a mi cuerpo por las gotas de lluvia.

De alguna manera se siente tan mal llevar puesto esto. Seguir con todo esto. Maldición... ¿por qué Dawson tenía que confundirme tanto?

―¿Qué pasó? ―dice Michael mirándome algo confundido, intenta tocarme pero retrocedo un paso, quizá no estoy preparada aun para esto―. ¿Alana estás bien?

Príncipe 7 tonos de azul (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora