☣ Capítulo 11 ☣

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Victoria Onisse

Lo odiaba, lo odiaba como jamás llegaría a ser capaz de odiar a alguien. No podría perdonarlo. ¿Por qué lo había hecho? ¿Acaso se cansó simplemente de ver como sus amigos me humillaban y ahora él quería hacerlo también? ¿Quería sentir lo que era ser el causante de mi miseria? No me importaban sus razones, lo único que me importaba era el hecho de que lo odiaba.

Hace dos días había sucedido aquel incidente con Seth, en dónde estuvimos a punto de besarnos, pero él se alejó en cuanto supo que tenía el poder suficiente sobre mí para que yo anhelara uno de sus besos y como si fuera poco lloré frente a él. Había sido débil, más de lo que podía permitirme, y no dejaría que sucediera de nuevo. Eso podía prometerlo.

Seth se había ganado mi desprecio y no había poder humano que me hiciera cambiar de opinión.

Por primera vez en mi vida, agradecía enormemente el hecho de que mi tía no estuviera presente, pues así no había tenido que inventarme excusas para estos dos días que decidí no ir a la escuela. Pero ella regresaba mañana al medio día y lo mejor era que no me encontrara en casa para entonces.

La luna había salido. Las ventanas de mi cuarto estaban cerradas y las cortinas corridas, cosa que impedía cualquier entrada de luz. Cerca de las once de la noche, me resigné a que no podría dormir, pues el hecho de que vería a Seth al día siguiente no era algo que me tuviera tranquila precisamente.

Mi cabeza tenía muy en claro que en estos momentos odiaba al demonio de ojos azules, pero mi pecho contaba otra historia. Cada vez que recordaba la escena que montamos en el parque mi corazón terminaba acelerándose y mi cara inmediatamente se ponía roja. ¿Cómo no hacerlo? Aún sentía su aliento cálido sobre mi boca, su mirada sobre la mía, su voz gruesa pero melodiosa, su mano sobre mi mejilla. Cada sensación seguía tan viva en mi piel que cada vez que cerraba los ojos podía imaginar que Seth estaba a mi lado.

Definitivamente Seth tenía que ser un demonio, porque solamente un ser del infierno podía causar tales sentimientos en mí.

No podía entenderlo, pero ahí estaban esas emociones que únicamente se hacían presentes cuando Seth se aparecía en mis pensamientos... es decir, todo el tiempo.

Me acerqué a la ventana y decidí abrirla. El aire frío golpeó la piel desnuda de mis hombros y no pude evitar estremecerme. Quizá debería ponerme un abrigo si no quería resfriarme, pero no tenía ánimos ni para eso. Acerqué una silla y me recosté en el marco de la ventana. Me limité a observar la calle y los pocos árboles que había en ella. Las calles estaban vacías y las casas parecían deshabitadas. Claro, todos debían estar durmiendo a esta hora.

Un pequeño estremecimiento recorrió mi cuello y mi cabeza prácticamente se movió sola hacia un conjunto de árboles no muy lejano. Mi mirada buscó desesperada al que causaba este sentimiento de precaución. No sentía peligro, pero sabía muy bien que alguien me estaba observando. Mi corazón se agitó cuando vi como una sombra se movía entre los árboles. Permaneció unos momentos de esa forma y luego desapareció al igual que mi estremecimiento.

Pecar para amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora