☣ Capítulo 14 ☣

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Seth Argall

Definitivamente la fierecilla debía estar muy mal de la cabeza para hacer lo que estaba haciendo.

A la hora del almuerzo decidí que quería tomar algo de aire y salí del comedor hacia la parte trasera de la escuela y me recosté detrás de un gran árbol. Cerré los ojos y me permití descansar un poco en lo que sonaba la campana para entrar a la siguiente clase, pero no contaba con el escándalo que estaba por formarse.

Escuché los pasos violentos de alguien acercándose, alguien que evidentemente estaba de muy mal humor. Gracias a la posición en la que yo me encontraba no podía ver quién era el recién llegado y por consiguiente él o ella tampoco podría verme. No tenía intención de involucrarme en el problema del desconocido hasta que escuché la voz gruesa y furiosa que era muy conocida para mí.

– ¡Sal de ahí, Seth! Puedo olerte. –era Derek. Bien, en ese caso yo sí debería intervenir en lo que fuera que lo tuviese tan molesto, pero no alcancé a moverme ni un centímetro cuando me percaté del sonido de otros pasos acercándose. Me quedé donde estaba sin hacer el más mínimo ruido y esperé.

– ¡Derek! – ¡¿Victoria?! Ahora sí, yo había quedado completamente petrificado. ¿Por qué ella lo estaba buscando? ¿Estaba sola? ¿En dónde estaban Leo y los demás? ¿Por qué permitieron que ella se acercara a Derek estando él tan furioso?

– ¿Qué haces aquí, fierecilla? ¿No deberías estar con tus nuevos seguidores? –mi audición no era tan buena como la de un hombre lobo, pero fue suficiente para escuchar como ella chasqueaba la lengua con molestia. Decidí asomarme sólo lo suficiente para poder ver a los dos participantes de aquella acalorada discusión.

–No son mis seguidores, son mis... –guardó silencio como si ya no supiera que decir. Pude verla y noté la culpabilidad y la indecisión en su mirada. Estaba asustada, Derek seguía causándole miedo y la actitud del francés no ayudaba en nada.

– ¿Tus qué? ¿Amigos? ¡No me hagas reír, maitresse! –Derek estaba cruzado de brazos y me daba la espalda. Su acento francés se hacía más notorio cuando su cólera aumentaba. En un movimiento que no supe si era inconsciente o no, logró que yo no pudiera ver más el rostro que mostraba la fierecilla pues él la tapó con su propio cuerpo. Comencé a enfurecerme yo también.

–Pues lo son y quiero ayudarlos. –se defendió ella y me hubiera gustado ver su reacción al decirlo. ¿Se habría sonrojado? Podría apostar a que sí, ya que Derek tartamudeo al responder.

– ¿Co... cómo podrí...as ayudarlos? –contuve las ganas de reír. Se escuchaba patético.

–Pidiéndote que seas mi amigo. –bien, eso no me lo esperaba. Un silencio incomodo permaneció por varios segundos que se me hicieron una eternidad.

– ¿Amigos? ¿Tú y yo? ¿Hablas en serio? –quizá ante el desconcierto de la petición Derek olvidó que yo estaba escuchando y se movió lo suficiente para permitirme ver de nuevo el rostro, ahora sumamente colorado, de la fierecilla.

Pecar para amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora