Estamos en su habitación mientras le cuento con detalle todo, cada palabra y cada grito. Para mi sorpresa y satisfacción, ya no lloré, supongo que en su momento fue un cúmulo de todo lo que pasaba, pero ya con la paz en la cabeza, puedo contarlo sin tanto drama.

Mi amiga niega con la cabeza en desacuerdo a varias cosas de lo que dijo Luka y asiente en acuerdo con algunas que dije yo, mas no me interrumpe hasta que termino.

—Lamento que hayas pasado por eso —exclama, afligida.

—Hay algo que sigo pensando —confieso—. Sé que son dos casos completamente diferentes, pero ¿y si Luka tiene razón? Tobías es... —Se me pierden las palabras intentando encontrar una que lo describa—, no sé, es Tobías. Yo no puedo estar segura de que voy a ser diferente con él que a como Luka es...

—¿No lo ves, Lucy? —interrumpe—. Tú ya cambiaste. Hace unos meses encontrabas la idea de querer una pareja seria remota e imposible... Y ahora ni siquiera piensas en que quieres a Tobías, si no que piensas en su bienestar. El amor ya entró a tu vida, Lucy, y de forma muy diferente a como Luka cree que es. Por las circunstancias tu no-relación con Tobías está aún en pausa y depende de ti volver a reanudarla.

La imagen de Tobías llega a mi mente: sus ojos, sus hoyuelos, esas dos pecas que adornan su frente. La sonrisa invade mi rostro antes de que pueda pensarlo, corroborándome aún más lo que supe aquella noche que estuve con él: yo lo quiero. Es más que eso, me atrevo a decir.

Pienso que todos tenemos una parte en el cerebro que se encarga de torturar la conciencia aún más cuando algo se hizo mal. Va más allá de mi Esmeralda o de mi Roberta; es esa sección que, por ejemplo, no deja que disfrutes completamente de aquel dulce que la persona encargada del supermercado no registró, esa que te dice «no pagaste eso, casi te lo robaste». Sentido común, creo que le dicen. Y es esa parte la que en este momento me impide en un grado leve no ir a buscar a Tobías a donde sea que esté y besarlo, esa parte que me está diciendo que, si yo hice infeliz a Luka, no tengo el derecho de ser feliz con Tobías.

—Debes dejar de pensar que no vales, Lucy —comenta, luego de unos minutos de reflexión silenciosa por mi parte—. Además, valgas mucho o valgas poco, a tu vecino no le importa y te ha aceptado así como eres.

—¿Y si Luka no vuelve a creer en el amor por mi culpa?

—Escucha, esto no salió bien, lo admito. Pero... ¿viste la cara de Luka? ¿El dolor en sus ojos y la sensación de traición en ellos​? —No sé a dónde va esto. Asiento con la cabeza y una mueca adorna mis labios—. Ahora imagina esa expresión en las tantas chicas que han pasado por su vida. Esa misma mirada ha estado en sus otros "amores" —Hace comillas con sus dedos—, rogándole que no las deje. ¿Y crees que él ha sido empático con alguna? ¿Crees que en algún momento él se sentó con su mejor amigo a decirle lo culpable que se sentía porque todas ellas realmente lo empezaban a amar?

—No...

—Exacto: no. Lucy, él va a seguir haciéndolo, no por tu culpa completamente, sino porque él es así y nunca le ha importado. No eres como él, solo lo has hecho una vez y mira cómo te afecta. ¿Él seguirá hiriendo chicas? Lo más probable es que sí... —Se encoge de hombros—. Su momento de cambiar, si es que ha de llegar en algún momento, no ha llegado.

—Tal vez tienes razón... —convengo con la mirada en el suelo.

—¿Sabes? Me retracto de lo primero: tú no has cambiado, es solo que nunca has tenido malas intenciones. Sigues siendo leal y honesta. Haces lo correcto pensando primero en los demás y en sus sentimientos. La diferencia es que ahora hay un peso mayor en tu vida y eso es tu vecino —habla sin titubear y su confianza infunde la fe de sus palabras en mí—. Estoy segura que de no haber aparecido él, hubieras seguido con Luka por no herirlo y hubieras aprendido a amarlo eventualmente.

Dulce venganza  •TERMINADA•Where stories live. Discover now