Capítulo 11

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El Halcón, o tiene problemas de bipolaridad o simplemente es adicto a las mujeres, no puede pasar veinticuatro horas sin hacer algo con alguna y menos aun cuando tiene el peso de un rechazo y el maltrato de su orgullo

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El Halcón, o tiene problemas de bipolaridad o simplemente es adicto a las mujeres, no puede pasar veinticuatro horas sin hacer algo con alguna y menos aun cuando tiene el peso de un rechazo y el maltrato de su orgullo.

Por eso me sorprende tanto las cursilerías con las que sale, teniendo en cuenta que es un imbécil total. Aunque, pensándolo bien, necesita de estas cosas y estrategias para tener a cualquier chica a sus pies.

Solo que ahí está el detalle: yo no soy cualquier otra chica y esas muestras de dulzura, aparte de que no van conmigo, me causan gracia viniendo de un picaflor como él. Ahora, ¿cuál cursilería?

Acaba de enviarme con un chico de primer año una rosa artificial con una papeleta pegada al tallo que dice «Seguiré insistiendo», y el niño al dármela sale corriendo como si lo persiguiera un león. Estamos ya en el estacionamiento y a lo lejos veo a Luka que está solo, al ver que su regalo llega, me sonríe y me lanza un beso.

Bien, llegó el momento de ceder, pero solo un poco, nada que una chica retraída no haría. Saco mi cuaderno, rompo un pedazo de papel y anoto mi número. Le pido a un chico que va pasando por aquí que se lo lleve, y el Halcón a lo lejos sonríe. Agacho mi cabeza y me meto en el autobús para ver por la ventanilla como el mensajero se lo entrega y él inmediatamente saca su celular y anota mi número.

La rosa se me olvida casualmente en el bus y cuando llego a casa de Totó, le cuento los avances.

—¿Ya se estaba besando con otra? —Arruga la frente y pone mueca de asco.

—Sí, pensé que la pobre tenía más dignidad —exclamo—, pero a pesar de que le dije sus intenciones, se metió con él. Siento pena por ella.

—Bueno, creo que todos en veinte kilómetros a la redonda saben lo mierda que puede ser Luka —comenta—. Pero... —Hace una mueca y suspira— cuando empiece a hacer movimientos contigo sabrás por qué todas caen eventualmente.

—Nada de eso funciona conmigo, Totó —objeto—. Ya he lidiado con muchos como él y muchos diferentes, y acá me ves, sin haberme enamorado antes y sin intenciones de hacerlo.

—Algún día, Pinky —dice—. Algún día llegará el que te ponga el mundo de cabeza. Ese que haga que rompas tus esquemas y tus redes, y te volverás una cursi enamorada más.

—Que el Olimpo me cuide. —Abro mucho los ojos y la boca de manera dramática—. Pensé que eras mi amiga, no me desees esas cosas del diablo.

—Me reiré de ti cuando te brillen los ojos al pensar en un chico —responde—. Y pagaría lo que fuera por verte sonrojada por una sonrisa de ese chico. Pero si es de Luka te golpeo.

—Yo te ayudo a golpearme.

Bufo y ruedo los ojos dando por terminado el tema.

Eso definitivamente no espara mí. No anhelo el día que pase eso de nuestras miradas se cruzarony ese brillo especial me hizo saber que era él quien complementaría cada partede mi vida, porque antes de él no sabía lo que era vivir. Pff,ridículo. Eso solo lo encuentro atractivo en los libros y eso es porque sé que,si algo sale mal, no seré ni la culpable ni la víctima y lo podré superarcuando cierre el libro en la última página.

Dulce venganza  •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora