Capítulo 49

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Buscar la manera de enmendar todo implica obligatoriamente hacer eso que es tan difícil para alguien como yo: dejar el orgullo de lado con todos, con Luka, con Totó y con Tobías y, además, esperar a que todo salga bien sin tener certeza de nada

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Buscar la manera de enmendar todo implica obligatoriamente hacer eso que es tan difícil para alguien como yo: dejar el orgullo de lado con todos, con Luka, con Totó y con Tobías y, además, esperar a que todo salga bien sin tener certeza de nada.

Mi vecino ha sabido tambalear todas mis teorías sobre el amor y sobre los hombres y de algún modo hizo que quiera hacer lo que nunca he querido por ningún otro: dar el primer paso. Él ya lo dio, Lucy. Ha dado muchos, pero tú lo empujaste y cayó hacia atrás. Como sea, Esmeralda, el caso es que yo debo arreglarlo.

El orgullo debería considerarse otra de las plagas del Señor porque destruye todo a su paso y deshacerse de él no es fácil.

El que Tobías se haya ido por unos días me facilita enormemente las cosas: puedo pensar con un poco más de claridad y no apresurarme y hacer todo mal. Está claro que no puedo engañar a Luka más y que lo nuestro acaba lo más pronto posible. Pero no estoy completamente convencida de intentar algo con Tobías aún, primero debo disculparme, aclararle las cosas y ofrecerle, por ahora, una amistad. Sin haber iniciado todavía una relación, ya metí la pata con mi impulsividad y mi tendencia a las decisiones estúpidas, no quiero ni imaginar lo que podría sentir él si la cago de alguna manera si me llega a tomar más cariño.

No pensé que llegara un chico que me hiciera pensar que no soy suficiente para él, pero ahí está él. Aún sigo sin entender por qué se fijó en mí, es obvio que somos de mundos paralelos, uno esperaría que él buscara el amor en una chica más acorde con él. Lo intimidaba cuando le hablaba, antes de tenerme confianza no podía dirigirme la palabra sin sonrojarse y eso lo hizo especial. No hay dos como él, es decir, me compró una estrella y un pingüino. Él es todo lo que una chica podría desear y más.

Como si fuera obra del destino, Luka se enfermó el domingo y no asistirá a clases hoy ni mañana, me lo dijo por mensajes. No hay nada más ordinario que terminar una relación por medio virtual así que esperaré a que vuelva, fingiré que mi celular se averió para no hablarle y arreglaré las cosas con mi amiga hoy para intentar iniciar una semana más optimista que la anterior.

—Eres valiente, Mer —comenta Mike. Me acompaña hasta la parada de bus y estamos esperando a que llegue—. Literalmente, te puse Mérida por la película Valiente.

—¿Y si no quiere hablarme?

—Si es tu amiga, lo hará. Mírame a mí, así me putees o me contagies de cáncer, seguiré hablándote. —Se encoge de hombros y yo me río—. Somos los verdaderos amigos.

—El cáncer no se contagia.

—Gracias al cielo la estupidez tampoco, si no ya me habría alejado de ti. —Le doy un manotazo en la cabeza—. En serio, Mer, ella te quiere. No te preocupes.

Vemos al bus a lo lejos y Mike me sorprende con un abrazo fuerte, susurrándome un «Tu puedes, estúpida» antes de irse y de que el bus pare frente a mí. Con un suspiro largo en el que pretendo tomar todo el oxígeno y el valor del vecindario, subo y busco con la mirada a Totó. El asiento junto a ella está desocupado y va mirando por la ventana. No lo pienso —porque si lo hago me arrepiento— y me siento a su lado en silencio. Cuando nota que soy yo, endereza la espalda y enfoca su vista al frente al igual que yo, con incomodidad.

Dulce venganza  •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora