Capítulo 38

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—¿Viste la cara que puso el idiota? —Mike se ríe a carcajadas mientras caminamos a casa

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—¿Viste la cara que puso el idiota? —Mike se ríe a carcajadas mientras caminamos a casa.

—Fue genial —concuerdo—, celos era lo que faltaba.

—Si se acelera todo con el rubio, puedes empezar algo con el vecino. —Me codea, pero mi sonrisa se borra pronto—. Sin que pongas esa cara de terror, por favor.

Sigo creyendo que el chico de la ventana de enfrente merece más y yo no puedo dárselo. Eso me mata, pero es la realidad. No he sido chica de tener novio y temo no poder hacerlo. Ser fiel, detallista, dedicar tiempo, aguantar peleas insignificantes y chismes que nunca faltan, siempre se me ha hecho tedioso y eso es lo que el vecino espera. Se nota en su forma de ser que él es del tipo de relaciones formales y duraderas, de esas que requieren paciencia y dedicarles un cien por ciento, de esas que tanto trato de repeler.

Pensar en intentarlo y darme cuenta de que eso no es para mí y herirlo en el camino no es algo que quiera hacer.

—No lo haré, Mike —objeto. Antes de desencadenar otro de sus discursos filosóficos que me hacen lucir como la de la idea absurda, cambio de tema—. ¿Por qué estás aquí? ¿Cuánto te quedarás? ¿Y el colegio?

—No creerás esto, pero hubo una infestación de insectos —explica—, así que nos dieron dos semanas libres desde el jueves. Me quedaré... —Lo piensa unos segundos— diez días más o menos. Ya hablé con tu mamá y me dará posada.

—Eso es obvio. —Le paso el brazo por el hombro—. Y dormirás conmigo.

—¿Podrás resistirte? —Levanta las cejas. Le doy un manotazo en la cabeza.

—Claro, para eso tengo a Luka —acoto—. Además, creo que mamá cree que eres gay, no le importará —resopla.

En realidad, no cree que es gay, pero sabe que no lo quiero de esa manera, así que ella piensa que dormir con Mike es lo mismo que dormir con Will. Siempre que se quedaba en casa en Ángeles, se quedaba conmigo. Ni siquiera papá objeta, él sí cree que es gay y en su caso sí es mejor que siga pensando eso.

En el centro comercial se nos dieron casi las tres de la tarde, así que estoy muerta de hambre. Llegamos y no hay nadie, así que vamos a mi habitación, Mike a acostarse cómodamente y yo a ponerme mis chanclas. Nada más entrar, encontramos una caja de pizza en la cama.

—¿Desde cuándo aparece pizza de la nada? —inquiere mi amigo, destapándola. Se ve deliciosa—. Necesito que eso me pase a mí.

—No te la comas —exclamo—, puede estar envenenada.

—No lo creo, mira. —Levanta un papelito sobre el cartón—. Tiene una nota.

Tomo el pedazo de papel y lo desdoblo mientras Mike ya está con la boca llena sin hacer caso a la posibilidad de envenenamiento.

No era mi intención presionarte. Entiendo si no me quieres hablar más, pero no lo hagas. Podemos ser amigos. En serio.

Tobías.

Dulce venganza  •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora