Capítulo 44

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Con el frío calándome los huesos toco el cristal de mi ventana para empujarla un poco y abrirla totalmente

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Con el frío calándome los huesos toco el cristal de mi ventana para empujarla un poco y abrirla totalmente. Salto para entrar, ganándome un golpe en la pierna antes de aterrizar en mi alfombra. Maldigo por lo bajo y cierro los ojos canalizando el dolor.

Son cerca de las cinco de la mañana, el cielo está de un tono grisáceo que espera por el lindo amanecer soleado; la neblina es abundante y no se oye nada alrededor. Desperté hace una media hora abrazada al torso de mi vecino, apreciando su respiración acompasada por el sueño profundo en el que se encontraba. Giré mi rostro al suyo y sonreí con alegría, con una felicidad reprimida que no había sentido antes al mirar fijamente a alguien.

Tenía razón con mis suposiciones de antes: Tobías es la cajita feliz completa y su timidez se pierde cuando agarra confianza.

No queriendo despertarlo, me removí un poco para soltarme de su caluroso agarre, gruñó por un segundo, pero no salió de la inconsciencia. Me vestí en silencio y le di una mirada cariñosa antes de salir por su ventana.

Ahora acá en mi habitación puedo pensar en todo lo que pasó ayer, cada instante y cada caricia, el roce de sus dedos sobre mi piel; es imposible retener la sonrisa amplia y los suspiros profundos que salen desde bien adentro.

Me coloco el pijama y me meto en mi cama. Decidí no quedarme más con Tobías porque si no amanecía acá, podría tener problemas, aunque no hay nada que desee más ahora que el calor de su compañía.

Mike se remueve incómodo cuando me recuesto a su lado, supongo que todo mi cuerpo está helado y la cama está muy calentita; de cualquier forma, no se despierta. Quisiera dormir otro rato antes de tener que levantarme para ir a estudiar, pero no puedo, los recuerdos de hace unas horas se plantan en mi cabeza, quitándome cualquier pizca de sueño y haciendo que mi mente fantasee con repetirlo pronto​.

Suena el despertador al otro lado de la habitación, me levanto con parsimonia a apagarlo sin borrar la sonrisa y me meto a la ducha. Es cierto eso de que el buen sexo quita el mal humor de las personas. Luego de salir veo a Mike despierto y sentado en la cama; de repente recuerdo que ayer me dejó botada en el cine y mis ganas de reclamarle se hacen presentes.

—Hola, Mer —saluda—. ¿Cómo...?

No lo dejo terminar y le asesto un almohadazo con el ceño fruncido, parpadea y antes de que reaccione, repito la acción una, dos y tres veces.

—¿Qué te sucede? —espeta, cubriéndose con sus brazos. Me acerco a la cama y le doy una palmada no tan fuerte en la cabeza—. ¡Auch!

—Eso es por dejarme sola ayer en el cine. —Se soba con la palma de su mano.

Suelto la almohada y me acerco a él para abrazarlo con fuerza, sintiendo el contraste de su piel caliente con la mía que está fría por el agua de la ducha. Me separo un poco y le doy un beso en la mejilla.

Dulce venganza  •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora