Capítulo 37

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Mandar

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Mandar. Todo. Al. Carajo.

Esa fue la frase que me repetí anoche hasta que el cansancio me venció y quedé dormida, nada de nada. Me alejaré definitivamente de Tobías, no solo con el fin de no enamorarme, si no con el de no verlo para así no pensar cosas que no son.

Me desperté hace como media hora, pero sigo metida bajo las cobijas sin mover un músculo; es domingo de flojera, los deberes del colegio los hago en la noche en una carrera. Holgazana pero responsable.

Siento como alguien trata de quitarme mis cobijas, me aferro más a ellas y gruño como un animal. Dejé la ventana cerrada así que no es el innombrable de mi vecino, además de que él no sería tan atrevido.

—Will, no molestes —resoplo sin girarme—. Apenas y son las diez.

—Pues si ya no me quieres, me iré por donde vine.

Abro los ojos de sopetón al escuchar esa voz que he extrañado tanto, me levanto de un brinco y me abalanzo a mi chico favorito.

—¡Mike! —Se tambalea con mi peso, pero logra estabilizarse cuando lo rodeo con mis piernas—. ¿Qué haces aquí?

—Pinky... me caigo —articula—. Estás más gorda, bájate.

Lo suelto y pongo mis pies en el suelo, endereza la espalda y sonríe.

—Mike, ¿por qué no me dijiste que venías?

—Así funcionan las sorpresas —dice pausadamente, como si se dirigiera a un niño. Ruedo los ojos—. Si te hubiera dicho, se habría arruinado.

Es irreal que esté acá. Me ha hecho tanta falta de todas las maneras posibles. Es la amiga cómplice y de muchos años de confianza que no tengo y que necesito justo ahora. Él lo sabe todo y por eso sé que puede entenderme.

Mike se acomoda a medias sobre mi cama y yo me recuesto a su lado como una niña pequeña, él me abraza y los sentimientos que viví anoche en soledad vuelven a mí y siento una mezcla de impotencia y tristeza.

—Me has hecho falta, Mike —murmuro sobre su camiseta.

—Lo sé, te dije que no encontrarías reemplazo para este pechito —dice con arrogancia. Pero no es momento de rebatir nada; es cierto.

—Tienes razón —afirmo—. Eres más que un amigo... Eres una amiga y Dios sabe que me ha hecho falta una.

—¿Y tu amiga Tato?

—Es Totó y ella es diferente... —A ella la verdad no quiero contarle esas cosas, porque las de Luka la involucran a ella de cierta manera y con Tobías... bueno, me da vergüenza—. Ella no es tú.

—Pues ya estoy aquí, Pinky —exclama—. Cuéntame tus penas.

Suspiro, inhalando el olor de mi amigo, ¿cómo comenzar? Definitivamente no en pijama y sin haberme duchado.

Dulce venganza  •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora