Capítulo 6

22.1K 2.3K 1.1K
                                    


Las horas que pude dormir fueron pocas y en mi humilde opinión, insuficientes, pero ya estoy despierta y no se puede hacer nada

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Las horas que pude dormir fueron pocas y en mi humilde opinión, insuficientes, pero ya estoy despierta y no se puede hacer nada. La ruta a la preparatoria sale a las siete con diez por el paradero del vecindario, pero no puedo salir de mi casa con el disfraz de timidez porque eso traería preguntas de parte de mamá, así que quedé de pasar por la casa de Totó a las seis y cuarenta para alcanzar a cambiarme. No le miento completamente a mamá, pues anoche le comenté que la razón era que no quería llegar sola el primer día y necesitaba a mi amiga.

—Adiós, ma —me despido luego de desayunar.

—Suerte, cariño.

Como soy una floja para caminar y siempre he intentado ayudar al planeta, tengo una bicicleta que me servirá para mis paseos diarios hasta la casa de Totó para cambiarme. Salgo de la casa con un pantalón verde y un suéter azul que se ciñe a mi cuerpo, unas sandalias casi planas —muy poco convenientes para montar en bici— y mi cabello suelto. Por supuesto, nada de maquillaje, mis sexys ojos cafés —cof, sarcasmo, cof— van al natural.

Luego de pedalear por varias calles entro por el patio trasero de la casa de mi amiga tocando mi —muy adulta— campanilla de la bici y esperando a que salga. Tenemos solo veinticinco minutos y debemos hacer que funcione.

Finalmente, Totó me recibe y yo encadeno mi medio de transporte a un árbol pequeño que adorna el patio; si se la quieren llevar, el árbol no lo impedirá, pero al menos les tomará más tiempo.

—Apúrate, Totó. —Como siempre, levantándose tarde aún en un día como éste. Apenas salía de bañarse cuando me abrió la puerta y apenas se está vistiendo.

Estoy frente al espejo peinándome, me decido por una coleta bien alta y me pongo mis gruesos lentes —que, aunque no lo digo, bendigo con el alma porque me hacen ver en alta definición—. Me cambio mis hermosas zapatillas por unos tenis simples y me coloco la gran camiseta-buso de los Bulls sobre mi blusa. Mi mochila celeste es reemplazada por un maletín viejo del padre de Totó que usaba en la oficina, al menos tiene correa para colgarlo en mi hombro y no llevarlo como un oficinista lo haría. En realidad, es hasta bonito, se ve viejo, sí, pero no de vagabundo.

Al terminar observo mi reflejo en el espejo de cuerpo completo en la habitación de mi amiga, y ella se posiciona a mi lado.

—Te ves...

—Graciosa —completo su frase. Reímos al tiempo.

De igual forma la idea no es ocultar mi identidad, porque vamos, a una persona normal con unos lentes no le va a cambiar drásticamente el rostro sin ellos. Eso solo ocurre en Los Increíbles, donde un antifaz los vuelve irreconocibles... O para usos prácticos, en Hanna Montana que con una peluca se escondía del mundo. Pero aquí no es así. Yo sigo siendo yo, solo que más... conservadora y de actitud más callada. Eso será difícil ya que normalmente mi lengua no tiene muchos filtros que digamos.

Dulce venganza  •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora