Al cine debo ir con Mike, porque no tengo a nadie más y no pienso cancelar a último minuto el plan con el loco de las películas que vive en la casa de al lado. Estando aún en el bus, le envío un mensaje a mi mejor amigo.

Te tocó ir en la cita grupal conmigo, Mike.

Seis segundos. Me siento junto a Ramón.

Escribiendo...

¿Por descarte del rubio? No, gracias.

No puede ser.

¿Es en serio, Mike? Se supone que eres mi amigo.

Lo siento, Mer. Will me pidió que lo acompañara a hacer algo.

¿A hacer qué?

No lo sé, pero ya le dije que sí.

Eres de lo peor, hoy duermes en el mueble.

Guardo el teléfono con frustración en mi mochila. Y dice apoyarme siempre. Ya no lo voy a llevar a... a donde sea que me vaya a llevar Luka. Resoplo al aire, enfurruñada. Como revelación divina de los santos apóstoles de la Biblia, una voz llega a mis oídos, y la siento celestial por la situación que estoy pasando.

—¿Todo bien?

Él es mi opción: ¡Ramón!

—Sí. —Mi sonrisa crece hasta doler—. Oye, Ramón, ¿quieres ir al cine mañana con unos amigos y conmigo?

Al tierno chico se le iluminan los ojos y entonces recuerdo que Thomas dijo que él estaba interesado en mí. La cagaste de nuevo, Roberta. Pobrecito.

Es una salida grupal. Ya sabes, para pasar el rato —aclaro.

Evidentemente se desilusiona un poco y me siento realmente mal. A veces no mido mis reacciones o las señales que le doy a la gente. Aun así, luce contento, creo que no es la clase de chico que sale mucho.

—Sí, claro, solo dime en dónde.

—¿Pasas por mi casa y salimos para allá?

Una Esmeralda insistente me grita que lo estoy usando y si bien Roberta sabe que es cierto, prefiere ignorarlo. Ramón se sonroja y asiente sin hablar.

—Está bien, ¿dónde vives?

—Dame tu teléfono.

Me pasa su lindo celular y le anoto mi número, se lo devuelvo y él mira la pantalla con una sonrisa tierna.

Me bajo en el paradero cerca de la casa de Totó, pues debo decirle que venga también, no quiero que Ramón malinterprete nada y si salimos varios, no lo hará... espero.

Llamo a su celular sabiendo que aún no ha bajado del bus.

—Te veo en tu casa, no tardes.

Es lo único que digo y cuelgo, no quiero que nos descubran por una conversación de celular. Llego a su casa y cinco minutos después, ella llega. Vamos a su habitación.

—Vamos al cine mañana.

—¿Y eso? —Levanta las cejas a la vez que se quita los zapatos.

¡Mierda! Acabo de recordar que no le he contado nada de Tobías. ¿Y ahora? ¿Le cuento y permito que me haga bullying? ¿O le miento y camuflo todo?

Dile la verdad.

¡Miéntele!

No... Shhhh, Roberta.

Dulce venganza  •TERMINADA•Where stories live. Discover now