—¿La pelirroja? —cuestiona la flacucha—. Sé que no es nada tuyo, eres malo mintiendo, Tobías. Sé que te gusto.

¿Cómo es posible que haya chicas sin dignidad? Es decir, es normal ser rechazado, pero una vez. La primera es ensayo y error, eres valiente y sabes que lo intentaste, pero la segunda y las demás son elección por estupidez.

—Es mi novia —afirma—, no quiero ser grosero, Mary. —Suspira con cansancio—. Me agradas, pero en serio quiero a Lucy.

Sé que es actuación, pero esas dos palabras homicidas causan una chispa en mí, obligándome a sonreír. Él lo nota y se sonroja, supongo que se le salió sin querer también. Entonces la pioja habla de nuevo:

—No te creo nada. —Lo dice con total seguridad y con voz que pretende ser coqueta.

Quizás piensa que así se coquetea, Roberta.

Pues no le funciona, qué resbaladiza.

Momento de intervenir y cobrar el hecho de que no me hubiera contado los planes desde el principio. Dos pájaros de un tiro.

Rodeo la silla en donde está el trasero de la chica y llego a donde está sentado Tobías. Sin mirarla siquiera me inclino hacia él y paso mis manos a su cuello, mi trasero queda paralelo a la tal Mary. Le sonrío de lado a Tobías un segundo antes de besarlo. Lo toma tan despistado que sus manos no se mueven y tarda más de lo protocolario en responder el beso.

Giro mi cuerpo un poco y me siento como una dama en su regazo sin despegar nuestros labios, finalmente sube sus manos y rodea mi cintura, entrelazando ambas a mi costado. Acaricio su cabello —que por cierto es muy suave— y él endereza su espalda.

Llega un momento en que el beso deja de ser tan suave y Tobías aferra más su agarre. Ese apretón, esas manos, por Dios, son adictivas. Una de mis manos va a su mejilla acercándolo más a mí, como si eso fuera posible. Me olvido de todo y de todos, del lugar, la gente, la ocasión y solo deseo estar en cualquier lado en donde no deba guardar modales y hacerle de todo.

¡La actuación, Luciana! Deja de pensar en esas cosas, ¡solo están actuando!

Esmeralda tiene razón y a regañadientes me alejo de él, sin abrir los ojos aún y respirando con dificultad. Pasan un par de segundos y entonces los abro encontrando a un Tobías sonrojado y con sus pupilas, normalmente grises, totalmente negras. Saco mis dotes de actuación y giro hacia la silla de al lado, donde está la resbaladiza que está roja como un tomate y con los dientes apretados.

Sonrío inocentemente. Los brazos de Tobías aún me rodean y los míos siguen es su cuello.

—Oh, hola. —Acomodo un poco mi cola de caballo y extiendo mi mano—. Debes ser una prima de Tobías, soy Lucy, su novia.

La chica estrecha mi mano y noto que le suda, pone una sonrisa falsa y entonces habla:

—No soy una prima —espeta—. Soy una amiga, soy Mary.

—Pues es un gusto, linda. —Suelto su mano—. Siempre me encanta conocer a los amigos de mi amor. —Con el índice y el pulgar, aprieto suavemente la mejilla de Tobías para luego darle un fugaz pico en los labios.

—Debo irme —exclama—. Adiós, chicos. —Pule la sonrisa más fingida que he visto en mi vida y se va.

Una vez se pierde de nuestra vista, suelto una risa que lo contagia a él.

—Gracias —susurra.

Noto que sigo sobre él y que nuestro agarre no ha disminuido. Mi expresión vuelve a ser seria y si bien hay una parte que me dice que me levante y volvamos a la no-actuación, otra parte no quiere soltarlo, o bueno sí quiere, pero para llevarlo a otro lado.

Dulce venganza  •TERMINADA•Where stories live. Discover now