Por primera vez sentí resquemor de mí mismo.

¿Por qué tenía que sentirme en el pavimento, observando cómo los recuerdo se esfuman, sin mí?

¿Por qué siento esta avasallamiento en mi tórax? ¿De qué tengo miedo?

No debería sentirlo, ya que, en fin, estoy sin ti.

Y ahora me pregunto cómo estarás, si me observarás, o si te arrepentiste de no haberme amado.

Lagrimeando sólo como los querubines lo hacen.

Sólo como haría mi pompa de jabón.

—Despierta, gillipollas, ¿o no te basta que me la tocaste ya? —dice un desconocido el cuál había tropezado hacía un momento. Estaba con un grupo de personas, que se rieron de mí, y, no entiendo por qué me afectó más de la cuenta.

Meneé la cabeza a la nada, tratando de controlar mis párpados caer de la pesadumbre; pero me era imposible. Mis ojos se mostraron con una leve capa de cristal; tenía ganas de llorar.

Nunca lo había hecho. No por ella.

—Junniper. —Alcé el rostro y me encontré con el de Elizabeth, que tenía ambas manos en su bata blanquecina y me observaba con inverosimilitud.

—Hola, Elizabeth.

Se acercó a mí, bufando levemente y luego alzando unas de sus sonrisas de medio lado y con ceja levemente enarcada; mostrando un hado de supremacía, un rasgo que se parece en demasía a Luis.

—Me costó mucho tenerlo por adelantado. —Me extendió un papel cande, que se notaba que lo cortó con estulticia, y tenía las rectas rojas, así que era de doble línea. Aunque estaba doblado, se podía observar la letra de Poppy a través de los pliegues; estaba desmesuradamente inclinada a la izquierda —lo cual siempre he visto extraño y pertubador. Siempre se lo reclamaba—. Impregnaba esa esencia a poca vitalidad, pero, a pesar de que estaba muy mal de salud, seguramente buscó ese plumón con tinta dorada que tanto se empeñaba a utilizar cuando se le presentaba la oportunidad.

Sonrío y agasajando la hoja entre mis manos logro ver que es más de una, y en la última está escrita por ambos lados. Intentado abrirla, Elizabeth me lo impide.

—Mira —me ordena señalando un edificio al lado de la clínica; había dos siluetas nebulosas impregnadas en la oscuridad y por la manera en la que me observaban, sabía que mi persona es su objetivo.

Miré mi entorno y me fijé que había un par de paparazzis que me siguieron —efectivamente, como me recalcó Agustín—; estaban tomándome fotos de manera "disimulada" a una distancia, que a mi parecer, los entes que quieren cobrarme por la carta de mi chica, no pueden divisarlos.

Ladeé la cabeza en dirección de los desconocidos, dedicándoselo a Elizabeth y por su prominente personalidad, asintió y con paso decidido —dejándome atrás— se acercó, irguiendo más su postura y perfilando su sonrisa.

—Buenas noches, señoritas —dijo Elizabeth en tono venenoso, tanto que podría helar hasta el líquido más álgido.

No respondieron y di un paso adelante. No pude divisarlas ágilmente; tenía una especie de capucha ennegrecida que me era imposible verles el rostro.

Junniper  [Completado] [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora