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Viajo sobre los raíles de mi propio miedo. ¿De qué tengo miedo? De ti, en fin, de mí sin ti.
—Mathias Malzieu

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Luis

Actualidad.

El sueño de mi hermana se cumplió; después de trabajar de camarera en un hotel Baymont ahora está en el departamento de ventas en TripAdvisor; al final su título que hizo en nuestro país sirvió de algo. Aún recuerdo cuando puso en su currículum una fotografía suya para trabajar en una panadería, imagínese.

Al final estaba yo, como cajero en the victoria Arms en Marston; un local de comida cerca del lugar en donde vivo. Sólo observando a Matthew con su delantal blanquecino, sirviendo el plato principal del día de San Valentín a 54 libras, junto a otros contornos, o mejor dicho "Mixed wild mushroom & chestnut pot roast" and "Lamb neck fillet, fondant potato, tomato & rosemary compote with a spring vegetable".

¿Por qué pienso esto cuando me estoy desangrando por castrarme los brazos por mi maldito trastorno? Bien, no tanto, ya Elizabeth me está ayudando con un "vendado neuromuscular" pero no, es lo mismo que uno normal, ya que tengo que tapar estas emasculadas de mi muñeca hasta más abajo y finalizando un poco antes de mi codo; así de dilatados están. El dolor es lacerante, pero nunca me he permitido verme débil y menos con las mujeres. Pero ellas eran mi debilidad emocional.

Me limpié las lágrimas secas de mis mejillas con mi muñeca salvada de mí mismo; esto no cuenta, estaba dormido, y es extraño de que no despertara excitado sino acongojado.

La gente dice que la que los chicos populares en la escuela son los peores partidos; tienen razón. Ojalá yo fuera millonario y estuviera en este país porque tuviera las notas altísimas y fuera el "chico extranjero, inverosímilmente libidinoso e inteligente" pero no, miren como terminé. No le deseo a nadie estar conmigo. Jamás.

Solté un pequeño alarido por la presión de la venda en mi tez, claro, lo suficientemente bajito para que Thiago no me escuchara. Elizabeth agarra la tijera que está a su lado.

—¿Te apreté mucho? —preguntó Elizabeth observando mi rostro. No, observarlo no, esa mujersuela estaba analizándome para luego atosigarme de preguntas.

—No. —Sí.

—¿Te sientes ansioso?

—No. —Pues claro ¡Nadie sabe lo que verdaderamente siento! ¿Acaso cree que hago esto por algún tipo de estúpidez vudú para que la reina Elizabeth se ahogue con su propia saliva?

Oh, patéticos juicios sin sentido, i missed you. La verdad soy más capitalista y más apegado a la cultura de este país que muchos ingleses arrastrados de aquí; los mismos que me venden cocaína, con simplemente verlos ya puedes imaginarlos en el campo de visión de una fotografía del Trafalgar Square, apoyados en cualquier sitio, como todo hombre de la multitud y obtener un poco de pasta de los extranjeros traviesos como yo no les vendría mal. Oh, dulzón karma, digo, calma. Me ponen puntiagudos los sentidos y además logran que llegue al cielo de Miss Luci para besar faldas de ángeles. Pero no, ya no. Sigue siendo un barato mantel de un castillo ceniciento, con aguijones sonrientes que oculta toda la mierda detrás, claro, sujetado con unas caras pinzas. También es el barro de mis zapatos Clark. El chicle rosado que sabe a moras silvestres; todo un arte. Pero como todo arte, aunque trasmita la cosa más mísera, sigue siendo digna de admirar y lo más importarte: completamente inútil.

Junniper  [Completado] [Editando]Where stories live. Discover now