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Línea de el tiempo número 3:
Mucho antes de la actualidad.

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Sé que quizás ya sufro de entelequia, o puede ser que esté volando en algún... hueco en dónde se haya escapado la realidad... ¿Cómo podría llamarlo? Vacío (sí, ese el nombre que buscaba).

Un entorno completamente nuevo se tornaba en mi alrededor. Algo granate, bancos grises, una ligera transpiración, mi cabello en mi frente adherido por la sudor y una pesadilla inquietante.

Me sentía... como hace años atrás..., sin preocupaciones, ya que sabía dónde estaba y en qué posición me encontraba en esa altura de mi vida. Sé que lo estaba recordando y que por ésta sensación en mi interior, tenía idea cuál era la cosa que me mantenía preocupada. Y claro está que mi preocupación tenía un nombre peculiar: Junniper.

En estos seis años que estuvimos juntos, supe qué era preocuparse por alguien que no seas tú mismo, ya que Junniper siempre ha sido algo inestable.

No me mal interpreten. Junniper tiene cosas muy buenas pero reprimidas. Él cree que no lo escucho a media noche tararear, cómo se adentraba en la música. Agarró amor por ella por su hermanastro Agustín —ya sabrán de él más adelante—. Asimismo le enseñó hacer armonías perfectas, pero como suelen decir, nació para hacerlo instintivamente.

Cuando Agustín cantaba un su Fiat azul oscuro con un retrovisor sucio por lanzar mal un chicle por la ventana, colocaba The Fall of Troy, Bloc Party, The Matchbook Romance. También le gustaba los hits de verano, o una canción con voces agridulces y con un toque Trinitario como That Poppy. A Junniper le agradaba mucho ese hermano en especial.

Una incandescente brillo me hizo desapegarme de mis pensamientos; era la luz encendida de los vestuarios de las niñas. En ese entonces tenía 14 años de edad.

Mi cabello húmedo caía en mi frente. Recuerdo que los deportes me hacían pasar un mal rato. Corro muy lento. Hacía que mis rodillas se llenaran de morados, manchas y sangre de tanto caerme en el fútbol. Después de resignarme que no era para eso, tomé la maña de dormirme en la hora de deportes. A pesar de no estar haciendo nada, quedaba pegajosa. Era un asco. Así que me duchaba siempre después de despertar.

En el grupo de niñas soy la más alta; dicen porque ya hace un tiempo que me empezó a venir la menstruación. Mi madre desde aquella época me dio acostumbradores a pesar de que digo que tengo los pechos pequeños. Me parecían incómodos.

Siempre las chicas de mi clase decían que estaba de moda las niñas altas porque sirven para modelos; envidiaban mi cabello dorado y mi piel blanca, con mis hombros dorados por el bronceador de zanahoria cuando iba a la playa. Recuerdo con cariño a mi cuidador; siempre lo observaba comprándose un paquete de marihuana, y una pipa que vendía un yanqui muy libremente por California Beach. Era bueno alejarse de Oxford de vez en cuando.

El agua de los vestuarios era fría, pero aún así me parecía relajante para mis músculos; además de que escuché a una profesora a escondidas que dice que los senos permanecen firmes y parados durante más tiempo de vida si te bañabas con agua fría, claro, si permanecías con la postura derecha.

Al salir del baño me sequé y me puse la toalla alrededor de mi cuerpo. Alcé la vista cuando entró otra persona.

—Hola, Poppy —me saludó Kehlani, una niña de mi clase.

—Hola —le devuelvo el saludo abriendo mi casillero en busca de ropa. Agarré mi interior—. ¿Qué tal todo por allá?

—Me va muy bien, lidero el equipo femenino de fútbol —me dijo, orgullosa mientras me quitaba la toalla y me ponía la bragas. Su rostro se puso rojo—. ¿Acaso no tienes pudor, Poppy? Bueno, yo también mostrara mi cuerpo si no tuviera panza y si fuera tan alta como tú.

Junniper  [Completado] [Editando]Where stories live. Discover now