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El organismo humano es una exhibición de atrocidades.
—J.G Ballard

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Me dirán masoquista, pero después de salir despavorida del estudio, me fui directo a cualquier sitio y sin darme cuenta ya estaba en Sunnyside plantada en la entrada.

—¡Mistie! —me llama el señor Calvim, el dueño de la tienda.

Él me sonríe abrasadoramente y yo hago lo mismo mientras nos fundimos en un abrazo. En el momento que nos separamos de nuestro agarre, me endilga:

—Un chico estuvo preguntando por ti. —Él alza las cejas. Me palidecí hasta el tuétano.

No dije nada y después de un minuto de no responder él agita la mano en mi mirada para ver señales de vida.

—A-ah ya veo, adiós —trastrabillé mientras me daba media vuelta camino a casa.

—¡Mistie Anne Powers Smith, ve para acá en este momento! —me ordena el señor Calvim apuntándome inquisitivamente hacia mi dirección.

Oh santos malvaviscos voladores tengan piedad de mi alma. Ya me dará la charla.

Cabizbaja me encaminé a su lugar con mis fanales hacia el rostro autoritario de mi superior.

—Siempre te he apoyado en todo aun cuando no estuviera de acuerdo. Sabes muy que ya no debes huir más; ese chico es como dice la palabra, solo es un chico, no te hará nada, ni te comerá ni nada por estilo. ¿Crees que no me duele que estés sufriendo por el simple hecho de que no quieres acercarte a él? Te diré la verdad ¡Es ridículo! ¡No seas cobarde!

La palabra cobarde resonó en su mente haciendo que mi cuerpo entero se comprimiera.

—No es simplemente ir y acercarme a él ¡No es así de sencillo!

Él rueda los ojos y me dice en el tono más convincente posible:

—Querida, es así de fácil. Tú misma te detienes.

—Claro, es así de sencillo —musita una voz que nunca había oído antes.

—¡Kester! Ya te he dicho que está mal escuchar conversaciones ajenas; pareces un niño pequeño que te tengo que repetir todo —regaña el señor Calvim y divisó a su objeto de admonición.

Al parecer el joven que tiene los brazos cruzados se llama Kester. Él me analiza inalteradamente lo que hace sentirme liosa.

—Lo siento, señorito jefe —se disculpa.

—No tienes personalidad, así dice el amigo tuyo —acusa el hombre.

—Claro, mi mejor amigo Junniper por supuesto, ¿quién más?

No pude evitar sobresaltarme y sostenerle la mirada; parecía satisfecho por su actuación.

—Ven conmigo —exigió en su lugar antes de irse dentro del local en su respectivo lugar de siempre. Podía recordar su participación en mis recuerdos; siempre como personaje secundario, secando vasos y platos. Había notado que siempre hablaba animosamente con Junniper pero nunca supe su nombre; sólo tenía mi apelativo más tierno hacia él.

El chico de la barra.

refunfuñando, me encarrilé hacia la barra y me puse delante de él; sentada en el mismo banco que siempre Junniper estaba acostumbrado a sentarse, cuando se disponía a charlar con él; me hizo sentirme extrañamente especial. Los malvaviscos están de acuerdo de que soy una tonta.

Junniper  [Completado] [Editando]Where stories live. Discover now