Lo piensa durante una pausa y, al soltar el aire de su suspiro, añade:

—Esto no ayudará a la visión que tienes de mí, pero... —Desordena su cabello en señal de nerviosismo— estoy algo indispuesto y no puedo acompañarte a casa...

—Oh, no importa. —Muevo mi mano en comprensión—. Igual no vivo tan lejos

—Quizás podríamos salir después —musita.

—Yo... no lo sé —Finjo desinterés—. Por ahora creo que no quiero salir con nadie. —Baja su mirada y tomo su mano—. Pero aún nos veremos en clases y tendremos que hacer el experimento de física.

Hecho #289 de los hombres: Nada les quita más puntos en la dignidad que un rechazo por parte de una chica a quién consideran presa fácil.

Antes de que me conteste camino de nuevo y cruzamos el torniquete de la salida. Este se supone que es el momento decisivo de la primera cita en que nos debatimos entre el primer beso —segundo beso— o solo un abrazo casual. De no ser porque el chico acaba de devolver todo lo que ha comido esta semana, no dudaría en lanzarme a sus labios. Pero dadas las circunstancias, creo que nah.

Nos detenemos en donde debemos partir camino y un silencio incómodo nos arrulla. Enlazo mis manos en la espalda y me atrevo a mirarlo, está dudando qué hacer, así que yo tomo la iniciativa. Me acerco y rodeo su cuello con mis brazos.

—Gracias por todo —susurro en su cuello, él me toma tímidamente por la cintura—. De hecho, la pasé muy bien. —Resopla y se separa de mí—. En serio, Luka.

Y sí que la pasé genial.

—Nos vemos en clase, supongo. —Palmea mi hombro y gira sobre sus pies para empezar a andar. Como si la vida conspirara en su contra, se tropieza con el suelo. ¿Cómo?, no lo sé, pero estuvo a dos centímetros de quedar de bruces en el pavimento.

Finjo no haberlo visto y giro en dirección contraria para reír con calma. Dos cuadras después encuentro en una esquina al escuadrón de locas. Caminamos juntas por solo un par de calles y al separarnos, camino sola a mi casa. En resumen, estaban todas muertas de risa y felicitándome por el éxito del plan.

Llego a casa casi a las ocho, hoy hubo mil y un motivos para reír. Creo que todo salió muy bien para ser nuestra primera cita. Pasaron un par de momentos en los que me sentí mal por ser tan malvada, por hacerle pasar esas vergüenzas, pero luego recordaba que muchas lágrimas han sido derramadas por su culpa así que llegaba a la conclusión de que era poco lo que le estábamos haciendo pasar para lo que merecía.

Mi estómago está cerrado, cosa rara en mí, pero tal vez todas las emociones hacen que no me entre comida, así que niego a la oferta de mi mamá de pasta con salchichas y me voy directamente a la habitación. Me quito la blusa para ponerme mi camisón de dormir, estoy quitándome la falda por debajo del pijama y escucho que tocan a la ventana.

Sonrío antes de abrir la cortina, ¿por qué? No lo sé, puede ser un cúmulo de todo lo que ha pasado, pero controlo la expresión antes de abrir. Suelto el pequeño seguro de la ventana y veo a un sonriente y cómodo Tobías del otro lado. Antes de que yo hable, empieza él.

—Te iba a traer algo normal para una chica, como flores o un peluche —imita las palabras que yo usé cuando entré a su habitación. Sonrío—. Pero como eres... bueno, tú —Me señala con un dedo—, te traje un sensual tamal.

Estira en su mano lo que en efecto es un tamal. ¡Es tan cursi! Pero no puedo reprimir la risa que sale, él me imita y ríe conmigo levemente sonrojado. Bien, al menos avanzamos.

—Wow, tú sí que sabes lo que una chica quiere. —Tomo el manjar y lo pongo en mi escritorio—. Entra.

Toma impulso y aterriza junto a mi pequeña​ alfombra, se incorpora y mira a su alrededor con curiosidad. Termino de cambiarme y me meto en la cama, Tobías mira mi librero en silencio —creo que asegurándose de que su libro no esté por ahí tirado y sin amor— y luego gira en mi dirección.

Dulce venganza  •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora